LILY
La casa de Mirk Collins (no precisamente la cabaña que me imaginé que me encontraría) es… impresionante, intimidante y un poco aterradora, sí, todo al mismo tiempo.
Mientras él me guía por el pasillo, intento no parecer una niña emocionada que acaba de llegar al santuario personal de su músico favorito donde surge su musa y su inspiración, aunque mi curiosidad crece con cada paso que damos. Los techos son altos, los suelos de madera crujen suavemente y las paredes están cubiertas de cuadros antiguos con un estilo barroco que combina muy bien con el estilo y con los libros en vitrinas como bienes preciados que seguramente han de tener un alto valor. La casa parece un museo donde cada esquina guarda un secreto y me tiene fascinada a cada paso que damos.
Mirk camina frente a mí con ese aire confiado y noto cómo sus hombros se mueven bajo la camisa de mangas cortas ajustada que lleva puesta de un color beige medio viejo y desteñido. Su cabello castaño cae un poco sobre su frente y, de vez en cuando, se da la vuelta para asegurarse de que lo estoy siguiendo. Intento mantener mi compostura y no mirarlo demasiado, aunque… ufff, es tan difícil. Tiene ese tipo de presencia que es imposible de ignorar.
Me presenta algunos espacios de la casa y se le olvida un parte: Pasamos por una puerta doble de madera oscura, más vieja y más elaborada que las demás. Algo en ella me llama la atención, como si hubiera algo más allá que no quisiera ser visto o como si ahí guardase toda su fortuna. No puedo evitar que mi curiosidad me haga dar un paso hacia ella porque tiene un estilo diferente a todo lo demás o una mística diferente, aunque apenas alargo la mano, Mirk se coloca frente a la puerta, bloqueándome el paso con un brazo extendido.
—Esa no—dice, con una sonrisa amable pero firme. Sus ojos oscuros se clavan en mí, y por un momento siento una punzada de inquietud—. Esa…es mi biblioteca personal. Ahí guardo mis libros más valiosos y algunas primeras ediciones. No es un lugar para los ojos de cualquiera, todo debe estar ahí bien conservado.
Me río, nerviosa, levantando las manos en señal de rendición. Je, claro, libros en conserva o algo así.
—Lo siento, no quería invadir… No diré nada a nadie de esa fortuna en libros que guardas ahí, lo prometo.
—Gracias, Lily—dice, y me da una media sonrisa—. Es un lugar muy valioso para mí y significa mucho que estés aquí.
Asiento, un poco más tranquila y seguimos caminando hasta su estudio. Él abre la puerta y me hace una señal para que pase primero. Al entrar, siento que estoy en el corazón de su mundo creativo. La habitación tiene estantes llenos de libros, papeles apilados por todos lados y, en el centro, una máquina de escribir antigua, con el metal brillando bajo la luz de una lámpara de escritorio. Hay algo encantador y un poco melancólico en todo esto, como si el tiempo se hubiera detenido aquí dentro. Collins tiene un estilo muy marcado y no solo en su manera de escribir sino también en su modo de ser.
No solo es atractivo físicamente sino que su personalidad sabe exactamente cómo arrancar suspiros desde lo más hondo.
—Bienvenida, Lily—me dice él y le sonrío, con expectativas.