JAKE
El camino de regreso se siente interminable. El sol golpea fuerte, y el calor dentro del auto me hace odiarme a mí mismo por tener un cacharro viejo como este, pero claro, el famosito Mirk Collins es tan adinerado que ha de tener un aire acondicionado hasta en el retrete, con lo cual mantiene fresca y alegre a mi Lily.
Dios, está que arde el volante del coche. Voy con las ventanas abiertas, pero nada parece ayudar ni en la carretera aparecen árboles o algo de sombra. Acaso este tipo no podía vivir un poquito más cerca.
La imagen de Lily entrando en esa casa con él, con ese tal Mirk Collins, no se va de mi cabeza. Cada vez que pienso en él mirándola con esos ojos oscuros y esa sonrisa a medias evidentemente ensayada para dejarte sin palabras, siento una punzada en el estómago… y no es solo de celos.
Por fin, llego a casa, y en cuanto aparco el coche en la entrada, decido lavarlo porque el camino lo ha dejado terroso y me servirá para refrescarme con agua fría antes de una ducha. Tal vez con eso puedo despejarme un poco.
Me quito la camiseta, el sol pega fuerte, pero al menos el agua fría ayuda. Empiezo a enjuagar el auto, pero, por supuesto, mis pensamientos vuelven a ella por mucho que intento dejarla estar.
En medio de todo, no me contengo más y decido escribirle. Quiero asegurarme de que está bien, o tal vez solo busco una excusa para hablar con ella, aunque sea por mensajes o el chat del celular.
“Llegué bien, Lily. ¿Todo bien por allá?” Lo envío, y casi de inmediato veo que está escribiendo una respuesta. Por alguna razón, eso me da un alivio que no debería tener. Ella es… bueno, es Lily. No es que sea mi novia ni nada, pero no puedo evitar sentirme así, ocupa un lugar muy especial en mis sentimientos.
Su mensaje llega con una foto. Es ella, sonriente, en un sillón junto a una pila de papeles, con una expresión que grita felicidad pura como solo ella puede hacerlo. La habitación donde está se ve oscura y algo anticuada, y aunque tiene un encanto extraño, no puedo dejar de pensar en lo alejada y solitaria que parece. También veo una segunda foto, una página del manuscrito, del supuesto manuscrito con el que el tipo este se levantará unos cuantos billetes extra. Al principio me parece algo normal, hasta que leo lo que me ha escrito en compañía de la foto: “¿Sabías que Mirk escribe en máquina de escribir a mano? Posiblemente ni siquiera exista una copia de este manuscrito, ¡¿te das cuenta del honor y la responsabilidad que significa para mí?!”
Frunzo el ceño. Máquina de escribir. ¿Quién en su sano juicio sigue escribiendo en una máquina de escribir? Claro, puedo entenderlo, tal vez es su método de trabajo, pero algo en eso me parece una especie de… fachada. Quizá solo esté buscando impresionarla y parecer especial, dudo que alguien tan experto como él esté dispuesto a perderlo todo sin copias de su nuevo trabajo, además, son un montón de hojas. No puedo evitar sentir que es un viejo lobo con trucos para saber atrapar a una chica fascinada con su persona y su supuesto arte. Bueno, sí, es arte la literatura, pero él solo se me planta ahora como un casanova más.
Sin querer, me encuentro mirando la foto de ella otra vez. La forma en que sonríe, sus ojos brillantes, el entusiasmo en su rostro. Sus labios llenos, la gota de sudor a la altura de su garganta deslizándose por su escote.
Y, antes de darme cuenta, noto cómo mis pensamientos empiezan a ir en otra dirección. Mis ojos se detienen en su sonrisa, en la curva de sus labios, en la forma en que su cabello cae sobre sus hombros. Siento un calor distinto al del sol sobre mi espalda, uno que me recorre en una forma incómoda y, sin embargo, irresistible. Caramba, Lily. Me muerdo el labio, tratando de mantener la compostura, pero algo más abajo del ombligo comienza a responder sin que yo pueda evitarlo.
Mi Lily, mi Lily, eres tan hermosa.