Chicago Burns: Ella amaba a su escritor favorito

Capítulo 8

LILY

Vuelvo al estudio, un poco desorientada y todavía con el corazón latiéndome fuerte. No sé si es el susto de haber visto a Mirk tan furioso o la forma en que se disculpó, mirándome con esa intensidad que casi parecía… vulnerable, como si de verdad le importara mi opinión tras avanzar en la lectura de esa historia que tiene un valor tan profundo en él. Pero no puedo negar que algo me inquieta. Es tan excéntrico, mi Dios.

Mientras abro de nuevo el manuscrito en la página donde había quedado; al rato siento sus pasos acercándose, pesados y rápidos. Mi cabeza se llena de interrogantes, pero intento no prestar demasiada atención a algo que salga del libro.

Mirk entra en el estudio con la misma expresión de impaciencia de hace un momento, su ceño sigue fruncido y su respiración todavía algo acelerada.

—¿Por qué hiciste eso recién, Lily?—me pregunta, casi sin miramientos, y su tono es brusco, casi como si le hubiera traicionado.

—Creí que estabas en problemas, escuché ruidos y…

—Me refiero a que dejaste de leer. Estás aquí con un objetivo y no para andar merodeando en mis actividades personales.

—Mirk… solo bajé porque tenía sed y un poco de hambre. Llevo varias horas leyendo, ¿sabes?—intento decirlo sin sonar ofendida, aunque no puedo negar que el tono de su voz me ha molestado—. Es decir, me encanta tu obra y todo lo que escribes, pero convengamos que hace mucho calor y…no quiero morir deshidratada.

Su expresión cambia por un instante. Baja la mirada y respira hondo, como si estuviera tratando de calmarse. Luego, su tono se suaviza un poco.

—Lo siento—dice, mirándome finalmente con una mezcla de arrepentimiento y frustración—. No debí gritarte. Es solo que este manuscrito significa mucho para mí, y necesito tu opinión, Lily. Pensé que estabas aquí porque realmente querías leerlo, no… bueno, no por otro motivo.

¿Otro motivo? La insinuación me deja descolocada. ¿De verdad piensa que estoy aquí por algún tipo de interés extra? Me ofende un poco, pero también siento una extraña necesidad de tranquilizarlo.

—Lamento si di esa impresión en algún momento. No estoy aquí por ningún “otro motivo”, Mirk. De verdad quiero leerlo y darte mi opinión —le digo, tratando de sonar firme—. Solo que… bueno, he leído como cuatrocientas páginas y solo quería un respiro. Es todo.

Mirk suspira, pasa una mano por su cabello aún húmedo de sudor que lo adorna a la perfección y finalmente asiente.

—Perdóname, Lily—me dice él, y su tono ahora suena sincero—. Creo que me dejé llevar. A veces olvido que no todos son como yo, que pueden leer sin descanso. Cuando escribí Chicago Burns pasé hasta cuatro días completos sin pegar un ojo ni comer. Me defequé encima, inclusive, porque realmente no podía parar.

Suelto una leve risa para romper la tensión, aunque sigue siendo un poco incómodo. Mirk se acerca y me ofrece un vaso de agua fría que ha traído consigo. Tiene un humor extraño y no quiero que se sienta incomprendido por mi parte.

—Toma. Ya limpié abajo. Y, para que no vuelvas a pasar hambre, prometo preparar algo para la cena. ¿Te parece bien?—me dice, y en sus ojos hay una pizca de amabilidad que no había visto antes.

Asiento, aunque la verdad es que, después de ese susto, el hambre se me ha ido por completo. No obstante, la idea de cenar más tarde suena bien, y me reconforta pensar que todo ha sido solo un malentendido que ya hemos dado por superado.

Tomo el agua asegurándole que continuaré con la lectura.

Él se va y…

…al rato escucho un ruido.

Intento evitarlo, pero luego otro más y otro.

Rayos, ¿estará sucediendo algo? No quiero hacerle enojar de nuevo, pero si es algo grave quizá me debería mover de inmediato así que al rato me levanto siguiendo el ruido de los golpes.

Paso junto a la puerta cerrada de su misteriosa biblioteca, esa “habitación prohibida” donde guarda sus libros más valiosos.

Me detengo un momento y entonces lo escucho otra vez: un ruido suave, un golpeteo que proviene del otro lado de la puerta. Se parece al sonido de un libro cayendo, o tal vez algo similar. Mi curiosidad se enciende de nuevo, pero recuerdo lo que Mirk me dijo antes, ese tono serio cuando me pidió que no me acercara.

Me muerdo el labio, indecisa y al final decido seguir caminando. Tal vez fue solo un libro, o alguna caja que se movió con la corriente de aire. O ratas. Agggghhh qué asco.

Regreso, cierro la puerta del estudio y retomo la lectura de Chicago Burns, intentando sumergirme en la historia y pongo un poco de música para que los ruidos de afuera no me distraigan más hasta que finalmente se detienen.




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