LILY
El atardecer comienza a colorear las ventanas del estudio mientras sigo leyendo el manuscrito dejando que el apetito vuelva a aparecerse en mí.
Chicago Burns es exactamente lo que Mirk me prometió: aterrador, poético, tan envolvente que por momentos pierdo la noción del tiempo y del espacio. El protagonista, una figura oscura y enigmática, enciende fuego en las calles de Chicago, quemando edificios, casas, parques. Quiere ver el mundo arder tras un traumático pasado, quiere sentir el calor consumirlo todo, y con cada página, la desesperación de la ciudad se vuelve más intensa.
Es increíble, y al mismo tiempo, inquietante. Siento escalofríos al imaginarme cada escena. Tal vez el calor que invade la casa o conocer las temperaturas Chicago en verano también hace que mi mente se entregue más fácilmente al caos y la destrucción de esta historia.
Mirk finalmente me llama desde la planta baja para cenar y asiento con gusto dejando el manuscrito nuevamente ordenado en su lugar.
Bajo las escaleras y encuentro una mesa perfectamente preparada, iluminada por la suave luz de las lámparas de la sala. Todo está impecable y, a la vez, tan informal que me siento como en la escena de una película. Mirk está en la cocina, sirviendo los platos de una carne con verduras, y me ofrece una sonrisa cuando me ve.
—Te he preparado algo especial—me dice, mientras se acerca con dos platos servidos. Me siento en la mesa y no puedo evitar notar cómo todo parece salido de un sueño. O, tal vez, de una pesadilla, si recuerdo lo intenso que ha sido el día hasta ahora.
Mirk me sirve el plato y en cuanto veo la carne frente a mí, noto que es extraña. Está cocida, pero con una coloración rosada que me llama la atención, aunque el olor es absolutamente tentador.
—Vaya, tiene una pinta deliciosa—le adulo—. ¿Qué tipo de carne es?
Él me mira y sus ojos oscuros brillan con una chispa divertida. Baja la voz, inclinándose hacia mí como si estuviera a punto de contarme un secreto:
—Es especial—. Su tono es serio, pero de repente se ríe—. Estamos comiendo… los senos de una hermosa veinteañera.
Me quedo paralizada por un segundo, esperando el remate de su chiste. Siento un escalofrío recorrerme, hasta que por fin se ríe y me doy cuenta de que es solo una broma extraña. Dejo escapar una risa nerviosa, sintiéndome un poco tonta por haberme asustado.
—Vaya, Mirk, sabes cómo poner los pelos de punta a una persona—digo, tratando de reírme de la situación y tomando el vaso de vino que ha servido—. Doy fe de ello tras unos cuantos cientos de páginas.
Él sonríe y se recuesta en la silla, observándome con atención mientras doy el primer bocado. La carne es increíblemente tierna, se deshace en la boca y me resulta imposible no disfrutarla. Al final, la conversación se relaja y me encuentro contándole mis impresiones del manuscrito, hablando de las escenas que más me han impactado y cómo siento que la ciudad misma se convierte en un personaje.
—Es fascinante—le digo, mirándolo a los ojos—. Nunca había leído algo que me atrapara tan rápido. El protagonista es… bueno, da miedo, pero al mismo tiempo siento empatía por él. Es como si entendiera por qué hace lo que hace.
Mirk asiente y por un momento su mirada se pierde en algún lugar de la habitación.
—Esa es la idea—dice volviendo a mí—. Quería que la gente entendiera a este personaje, que pudieran ver el mundo a través de sus ojos, incluso cuando lo que hace es terrible.
Bebo otro sorbo de vino, disfrutando del sabor suave que parece relajarme aún más. Mirk empieza a hablarme sobre el proceso de escribir, de cómo el manuscrito ha pasado por varias versiones antes de llegar a la que tengo. Me explica que siempre empieza con una idea cruda y que luego va detectando errores, detalles que puede mejorar para hacer que la historia sea más impactante.
—Esa es la clave para escribir algo bueno, Lily—dice, mirándome con esa intensidad que me hace sentir como si fuera la única persona en el mundo—. Cada versión es una oportunidad de corregir, de pulir, de crear algo mejor. Nada sale bien a la primera. Es como un juego de paciencia y persistencia.
Lo miro, y no puedo evitar sentirme completamente embelesada. Él es increíblemente talentoso y hay algo en su manera de hablar, en esa combinación de confianza y vulnerabilidad, que me hace admirarlo aún más. Además, no puedo negar que, en este momento, su atractivo parece amplificado. Tal vez es el vino, o el ambiente, pero Mirk me parece… tan sexy.
La conversación fluye con naturalidad, asi que me doy la licencia de compartir un dato constructivo:
—Aunque… bueno, encontré algo que me pareció extraño. En una de las páginas, mencionaste que el protagonista prende fuego a una iglesia en la parte norte de la ciudad, pero luego dices que está al sur. No es algo grave, pero me pareció…
Antes de que termine la frase, el ambiente cambia. Mirk me mira fijamente y me siento intimidada. ¿Otra de sus bromas? Sus ojos ya no tienen ese brillo amable; ahora parecen oscuros, fríos, y su mandíbula se tensa. Su expresión es de puro enojo, como si hubiera pronunciado las peores palabras posibles.
—¿Qué dijiste?