JAKE
La fiesta sigue su propio curso, estoy rodeado de risas, música, luces que parpadean, gente que me empuja de un lado al otro. Una chica, ni siquiera sé cómo se llama, se mueve contra mi cuerpo al ritmo de la música. Es bellísima, aunque no me importa. Todo lo que tengo en la cabeza es a Lily y el vacío que siento cada vez que intento llamarla y no responde. No puedo sacármela de la cabeza y cada trago que tomo solo hace que la rabia crezca más. Quería olvidarla y está más adentro de mí que nunca.
Ella sigue sin contestar. ¿Qué está haciendo? ¿Por qué no me dice nada? La idea de ella con él, en esa casa, con ese Mirk, me quema. Esto no fue lo que acordamos, convenimos estar en contacto.
Me la imagino a ella en sus brazos, perdida en sus palabras y en sus malditos encantos de escritor famoso. Me la imagino pegada a él y algo se rompe en mí.
La chica frente a mí intenta atraer mi atención, sus manos recorren mi pecho, sus ojos buscan los míos, pero yo los aparto. No es ella quien quiero. La empujo suavemente y el ruido de la fiesta me asfixia, las luces me ciegan. No aguanto más.
Sin pensarlo, me tambaleo fuera del bar, medio ebrio, con la cabeza llena de imágenes que me torturan. Saco el teléfono y marco su número otra vez, esperando, rogando que esta vez conteste. Pero nada. Solo el maldito tono de llamada, una y otra vez, hasta que se va al buzón.
—¡Lily, contesta de una vez! —gruño entre dientes, apretando el teléfono con tanta fuerza que casi puedo sentir el plástico ceder bajo mis dedos.
—Amigo, ¿va todo bien?—me pregunta Renzo, un amigo, cuando me ve tan preocupado.
La rabia me invade, es como una corriente que me quema desde dentro. Siento que podría gritar, romper algo, cualquier cosa, con tal de sacarme esta frustración de encima. ¿Qué está haciendo con él? ¿Por qué no me responde?