JAKE
Las luces de la carretera parpadean mientras acelero en mi coche, con mis manos apretadas en el volante. El alcohol todavía me nubla un poco la cabeza, pero no me importa. Lo único que importa es llegar hasta ella, sacarla de esa maldita casa, alejarla de ese… de él. De ese imbécil. Pero no he venido solo sino que Renzo, mi amigo, ha insistido en acompañarme.
—¿Nada?—le pregunto.
Él niega con la cabeza solo consigue que la rabia crezca más. En mi mente, las imágenes se arremolinan y todas me llevan al mismo lugar: ella, con él, sola, en esa mansión aislada. Intento apartar el pensamiento, intento convencerme de que está bien, de que simplemente está dormida o demasiado metida en ese manuscrito como para ver el móvil. Pero una parte de mí no puede evitar imaginar lo peor. Lo peor en dos posibilidades.
Si le ha pasado algo… Acelero, apretando el volante con más fuerza, mis dedos yacen blancos de la tensión.
—Amigo, si sigues así haremos un viaje de una hora en cuarenta minutos o no llegaremos nunca—me dice Renzo, sujetándose a los bordes del coche.
No sé qué haré si la encuentro en peligro. Pero, al mismo tiempo, hay otra alternativa. ¿Y si simplemente está ahí, con él y yo soy solo el idiota que la está buscando mientras ella se entrega en los brazos de otro.
Prefiero eso. Prefiero que me haya mentido, que me haya usado de excusa para estar con ese tipo, a la idea de que esté en peligro real. Pero el miedo no cede. Solo quiero llegar a ella cuanto antes.