LILY
Mi mente no para de dar vueltas y las paredes de esta prisión me asfixian, pero entonces escucho algo. Un sonido, casi imperceptible al principio, un golpeteo suave, desesperado. Miro hacia una de las jaulas y una de las chicas, pálida y temblorosa, está golpeando con los nudillos, intentando… ¿pedir ayuda?
Esos son los golpes que escuché cuando llegué aquí, el eco débil de alguien pidiendo auxilio, seguro que notando que alguien ha interceptado el lugar.
Mi corazón da un vuelco al notar algo más desde el pasillo. No estamos solas. La realidad me golpea con una fuerza aterradora y esperanzadora al mismo tiempo. Contengo el aliento, esperando, deseando y entonces lo oigo.
—Lily… —Al otro lado de la puerta una voz suena baja, apenas un susurro, pero la reconocería en cualquier parte. Es Jake. No sé cómo, pero él está aquí.
—Jake —susurro con desesperación acercándome a la puerta también y conteniendo las lágrimas de alivio—. ¡Jake, estoy aquí!
Mi voz es apenas un murmullo, pero él me oye.
—Te voy a sacar de aquí, Lily. Te lo prometo —dice, y su tono está cargado de una rabia contenida que me da fuerzas para seguir adelante.
—No hay ventanas, Jake. No hay forma de salir… él nos tiene atrapadas —le declaro con mi voz temblorosa. Mi cuerpo entero tiembla de terror, pero el saber que él está al otro lado me da el valor que creía haber perdido—. Jake, yo… Ojalá te hubiera hecho caso, lo siento tanto.
—Lily, sin lamentaciones. Todo estará bi…
Y entonces escucho otro sonido. Pesado, peligroso, la voz grave y oscura de Mirk se acerca. Mi sangre se congela.
—¡Mierda, se acerca! —le susurro a Jake, con mi voz apenas audible, pero llena de pánico. Siento cómo el miedo se agarra a mis entrañas, retorciéndolas. No hay salida y ahora Mirk está cada vez más cerca.
La puerta se abre de golpe y Mirk entra, su rostro está desfigurado por la furia, sus ojos oscuros yacen brillando con una malicia indescriptible. Me quedo paralizada mientras él avanza hacia mí, con sus pasos resonando en el piso. Un grito se queda atascado en mi garganta mientras retrocedo, tropezando, sin dejar de mirarlo, con esa sonrisa sádica torcida en su rostro.
—Creo que tenemos visitas, así que te necesito conmigo, mi musa—escupe, con su voz cargada de desprecio y extiende una mano hacia mí.
Pero entonces, como un maldito rayo, Jake aparece a su espalda. Antes de que Mirk pueda reaccionar, Jake levanta el atizador y lo lanza hacia él con toda la fuerza. Mirk gira en el último segundo, intentando esquivarlo, pero Jake es más rápido, aunque no consigue su cometido. El atizador atraviesa la mano de Mirk con un golpe seco ya que lo intenta detener; el metal cruje mientras entra en su carne.
—¡Hijo de…!—le grita Mirk.
La sangre comienza a manar de la herida, empapando el suelo, entonces Jake se aparta y pierde el atizador, pero Mirk lo acorrala con la sierra en su otra mano.
Estamos perdidos.