LILY
La calma del hospital parece una mentira después de todo lo que hemos vivido. Las luces brillantes, los sonidos de los monitores, el olor a desinfectante… todo se siente como una burla a la oscuridad de esa casa, a lo que Mirk Collins realmente demostró ser. Jake está a mi lado, silencioso, con las manos entrelazadas mientras esperamos noticias de la policía, solo quiero regresar a casa. Me duele cada músculo, cada parte de mi cuerpo y siento la culpa como un peso que no puedo ignorar.
—Jake… —susurro, sin atreverme a mirarlo a los ojos—. Lo siento tanto. No te escuché antes. Te dije que todo estaba bien, que no te preocuparas… y mírame ahora. Míranos, yo… Todo esto pudo haberse evitado.
Jake me aprieta la mano, su expresión tensa, pero en sus ojos hay una mezcla de preocupación y algo más que no puedo descifrar del todo. Hace una pausa antes de responder, y en ese silencio, siento el peso de todo lo que ha pasado.
—Lily, solo quiero que estés bien, tu familia también, ellos ya vienen en camino—dice finalmente y veo el cansancio en su mirada.
—Cielo santo, gracias.
—Pero, Lily… hay algo que debes saber. —Hace una pausa y el silencio en el hospital parece volverse más espeso, más opresivo—. La policía… no ha encontrado el cuerpo de Mirk Collins.
Mi corazón se detiene por un segundo y un escalofrío me recorre. Las palabras de Jake quedan suspendidas en el aire y el miedo se instala de nuevo en mí. No pueden no haberlo encontrado si lo vimos morir ahí.
¿O no? ¿Cómo es posible si le enterré el cuchillo en el estómago? No puede ser.
—¿Cómo es posible?—murmuro, con mi voz temblorosa—. Lo vimos caer… él no podía… no debería…
Jake niega con la cabeza y su mandíbula se tensa. Sé que él también está en shock, que no esperaba esto. Pero no hay respuestas, solo el vacío. A final de cuentas, sí terminará de escribir Chicago Burns.
En ese momento, decido que necesito ver a la chica que sobrevivió. La chica a quien sacamos de esa casa infernal. Quizás, en medio de todo, haya algo que me ayude a entender, a cerrar esta herida que Mirk dejó abierta. Jake y yo caminamos hacia la sala de recuperación, donde ella está acostada, pálida y frágil, pero viva.
Nos acercamos y sus ojos se abren lentamente al vernos, una mezcla de dolor y resignación en su mirada. Le hablo y ella sigue débil:
—Hey, hola. Me alegro que estés bien. Ya tenemos que olvidarnos de esa pesadilla, de todo.
—Yo…—suena muy débil—, yo realmente…amaba a mi escritor favorito—murmura, con sus labios temblando mientras intenta encontrar las palabras. Su confesión flota en el aire, una declaración tan cruda y rota que me llega al fondo del alma.
La culpa y la vergüenza me golpean con fuerza y me siento al borde de las lágrimas. Bajo la mirada, incapaz de sostener su mirada y susurro algo que nunca pensé decir en voz alta. No otra vez.
—Yo también… —admito con mi voz temblando, rota—. Yo también lo amaba.