France
Jamás quise ser una persona convencional, y menos a los 17. Pero como todo lo que quiero siempre se cumple a la inversa, hoy en día abarco todo el estereotipo de “La típica chica” y serlo es posiblemente la cosa que más detesto en el mundo.
Yo soy esa chica que entro a mitad de curso por que se mudó de la ciudad más bonita del país, al pueblo marginado y que nadie conoce (posiblemente si lo conocen, pero soy demasiado dramática). La que nunca logro formar amistades duraderas en ninguna parte, la que tiene padres en proceso de divorcio y por lo tanto una personalidad disfuncional. Yo soy la típica chica que se sienta en el rincón más insignificante del salón, en la última butaca más vieja y descompuesta. Quieta como una roca, muriendo en vez de existiendo.
Estoy en el último año de preparatoria, soy virgen, drogadicta temporal, y posiblemente futura mujer desempleada y fracasada. Lo que quiere decir que además de típica y solitaria, mi vida es triste.
En días como hoy en los que tengo la menstruación, y que sobre pienso absolutamente todo, me cuestiono si de verdad estoy viviendo en el mismo plano temporal que Anna Baker. La mejor y más cotizada chica de todo el colegio, la dueña de la caridad y la competencia de Newton, y por sobre todo la preferida de cupido. Ella es la otra típica chica que está sentada justo en medio de la clase, luciendo tan perfecta y pura, tan… feliz.
Quiero dejar de mirarla, pero es imposible cuando justo al lado de ella está su novio.
Lorenzo Wiley.
O mejor conocido como: mi amor platónico, el hombre en el que pienso cuando me duermo, cuando me despierto, cuando me depilo las piernas, y particularmente cuando estoy ovulando.
La última coca cola del desierto. La manzana de Eva en forma reencarnada, dios y el fin del mundo al mismo tiempo…
—¡Señorita Leborgne! —El profesor de cálculo me rescato de mis pensamientos sobre el chico que tal vez no es ni la mitad de genial de como lo describo, e inmediatamente me limpie toda la baba que ya estaba derramando. —Se ve que está usted muy ocupada observando al joven Wiley. ¿Al menos presto atención a algo de lo que dije?
Sentí como todos posaron sus ojos sobre mí, y puedo decir que no es un sentimiento para nada agradable cuando se luce como yo luzco ahora mismo. Como una vagabunda desamparada. Esta no es la primera vez que algún profesor me atrapa viendo a Lorenzo y se lo ventilaba a toda la clase y tengo la sensación de que los demás ya hasta piensan que estoy perdidamente enamorada de él, cuando en realidad, solo es uno de mis tantos caprichos inalcanzables al que pronto superaré.
—Hablaba sobre... ¿la revolución francesa?
Y las risas resonaron por todo el salón. ¿Por qué los adolescentes siempre se ríen de las cosas que menos risa dan?
—Esto es cálculo señorita, no historia. Mejor pase enfrenté y resuelva este ejercicio.
El maldito profesor del diablo señaló justamente el ejercicio más difícil de la pizarra. Yo no sabía absolutamente nada de números y menos cuando los mezclaban con letras, y para mi mente terriblemente limitada solo había de dos opciones: negarme y hacer el ridículo, o pasar y hacer el ridículo. Me decidí por la menos deplorable, pero eso no significó que las piernas no me temblaran o que la voz no se me atorara en la garganta como una espina de pescado atravesada.
Es horrible esta sensación de desconocimiento y de sentir que todos me miran el trasero.
Los estuve contando, y en total ya llevaba cinco minutos parada frente a la pizarra fingiendo que de verdad sabía lo que hacía. Borrando y escribiendo números una y otra vez. Ya nadie me prestaba atención para este entonces, ni siquiera el profesor. Todos sabían que yo era un caso perdido y no solo en cálculo, si no en la mayoría de las actividades cotidianas.
Hasta que de pronto, lo inesperado y más maravilloso de toda mi semana aconteció. Justo antes de que yo me declarara una tonta en cálculo, una voz fuerte y empática se escuchó detrás.
—Profesor. ¿Puedo pasar a resolver el ejercicio por mi compañera? O al menos… ¿Ayudarle?
Mi corazón sufrió mil taquicardias seguidas en ese preciso momento de gloria. No podía creer lo que sucedía, mi amor platónico había actuado ante mis llamados de ayuda y eso solo confirmaba la existencia de la conexión telepática que teníamos.
¡Lo amo de la manera que yo más amo amar!
—Por supuesto. — El profesor le sonrió a Lorenzo, su alumno favorito. —Todos deberían de aprender del joven Wiley, ¡tan gentil!
Él se colocó justo a mi lado, me miró a los ojos con esa expresión asesina y me obsequió esa maldita media sonrisa de hombre seductor que tanto me debilita y me motiva a la vez. Nuestros hombros chocaron como dos campos eléctricos y de pronto nos imaginé juntos en el altar con una canción acústica de fondo, el entregándome un anillo precioso y yo en cambio, mi vida entera. Así de cerca podía percibir su olor… perfume Burberry y al pan con mantequilla que él había desayunado esta mañana.
—Mira abajo France.
France. Mi nombre en sus labios sonaba angelical. France, la forma en la que pronunciaba la “F” y la “R” tan marcadas y sonoras, y cuando entreabría su boca para pronunciar la “A” …
—¿Qué?
—Que se te ha caído la droga.
No puedo explicar mi expresión de ese momento, solo sentí como un bichito recorrió toda mi espina dorsal por la mezcla de adrenalina y vergüenza que me provocó la situación. De los clichés románticos que existen, me tocó el más fuera de lugar. Ya ni tiempo medio de reaccionar ante la pronunciación de nadie, simplemente me agaché y recogí mi medicina más rápido que un piloto de carreras. Para después ir de nuevo a mi rinconcito seguro esperando que nadie, además de Lorenzo, haya notado mi error.
—Si señorita, siéntese… como ya se lo ordené.
—Lo siento…
Durante el resto de las clases, me la pase pensando en esa pequeña interacción que había tenido con él por más vergonzosa que esta fuera. No dejaba de recordar su voz susurrándome cerquita del oído y el hecho de que él prácticamente me salvó, no solo del problema de cálculo, sino también de una expulsión inmediata por la droga. Aunque es un acto que cualquiera con un poco de piedad habría hecho, yo lo veía como algo mucho más significativo.
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Editado: 19.11.2024