Emoción y curiosidad.
Esas fueron las principales sensaciones que me invadieron al despertar con solo saber lo que me esperaba; así que, después de mi rutina mañanera, me encaminé con prisa hacia donde se debería de encontrar mi padre junto a Marisa, el señor Sam y la nueva criatura. También fue la primera vez que vi a un bebé y lo consideré hermoso, aunque sus padres fuesen un tanto peculiares.
Entonces, al llegar a la puerta que mi padre me había mencionado, di varios toques con mis nudillos hasta escuchar el adelante tan esperando desde el interior de la habitación.
La señorita Marisa se encontraba con una bata blanca resplandeciente, tumbada sobre una cama estrecha y una pequeña sábana blanca envuelta sobre un bulto entre sus brazos.
Sin embargo, la escena no fue muy agradable. Las amenazantes palabras que Sam emitía con rabia iban dirigidas hacia la arcángel tendida en la cama, pero eran amortiguadas por mi padre, quien se interponía entre ambos. La mujer lloraba mientras abrazaba las sábanas para sentir el calor que ellas emanaban, y el otro gritaba groserías que traumarían a cualquiera, siendo la causa de su molestia desconocida para mí.
No obstante, unas palabras cargadas de una oscura aversión cambiaron su expresión a una más terrorífica, la cual sobresalía aún más por su piel roja, fruncida en su entrecejo y acompañada de sus ojos profundamente negros y la leve barba negra que cubría parte de su rostro.
Ese demonio le hacía honor el terror.
—¡Esa cosa debe ser eliminada! ¡No es lo que decía en el tratado! Desde un principio supe que debía desistir a todo esto.
Después de esas palabras, salió hecho furia de aquella habitación, dejando a una señorita liberando sollozos en silencio. Por otro lado, mi padre suspiró cansado antes de dirigirse a mí.
—Acércate.
Acaté su orden y, al llegar a su lado, ambos adultos me sonríen a pesar de todo lo anterior.
—Aquellas palabras traerán consecuencias. Una sangrienta casería será iniciada —quise interrumpirla por sacar conclusiones precipitadas, pero ella, resistiendo sus ganas de seguir llorando, continuó—. Tú juegas un papel muy importante, Ryder. Tendrás que cuidarla porque su vida corre peligro desde ahora, y debes protegerla anteponiendo tu vida si es necesario. ¿Lo prometes?
Sus palabras eran claras, aunque no las entendí del todo por mi corta edad, pero sabía perfectamente que cumplir al pie de la letra cada una de sus palabras era mi deber, para eso me habían forzado a entrenar desde que tengo memoria.
Pero, por otro lado, me tomé el atrevimiento de pedirle mostrarme la pequeña criatura, aquella por la que daría mi vida sin dudar. Sus escasos pelos oscuros como la noche me dejaron encantado, junto a la profunda oscuridad que se han apoderado de sus ojos negros. Era tan pequeña, tan frágil e inocente que me alegraba tenerla cerca, aunque con el tiempo podría cambiar de opinión.
Inconscientemente, sonreí. Aquella promesa podrá acabar con mi vida, pero será cumplida y esperaba que valiese el sacrificio, como el encanto también.
—Lo prometo. Ella será “mi cariño” —dije sin más.