Abro mis ojos de manera exagerada, mirando directamente el techo oscuro de una gran habitación. Las cortinas beige que ocultan unos grandes ventanales evitan el paso de la claridad, y tengo que parpadear varias veces para aclarar mi vista y tener noción del tiempo. Recuerdo, entonces, la triste despedida de Luna, mi salida del orfanato, el encuentro con el chofer Ryder y el supuesto repelente de insectos; por lo que concluyo que él me drogó, durmió, o lo que sea, y posiblemente abusó a mí.
Exagerada como siempre.
Con ese lógico pensamiento, reviso la ropa intacta que llevo puesta y me aseguro de que ninguna parte de mi cuerpo duela por algún tipo de abuso o violación, así que esa idea es descartada automáticamente.
Cuando termino de revisar mi cuerpo de pies a cabeza, me levanto de una gran cama, la cual posee una cabecera de unos treinta centímetros de altura y, por encima de ésta, hay decoraciones elegantes de tres estrellas de cuatro puntas plateadas, con espejos redondos en el centro de cada una. La colcha que cubre la cama es gris, haciendo juego con las tonalidades neutrales con la que está diseñada toda la habitación. A pesar de la escasa luz que se filtra por las cortinas, la enorme habitación se ve amplia e iluminada por lo mismo.
Observo el ambiente silencioso, notando un estante repleto de diversos libros y elevo una ceja interesada por ello. En una esquina de la habitación hay una maceta con una planta colgante, parece ser una suculenta con carnosas hojas en forma de corazón; sus finas ramas caen en compañía de las hojas similar a un collar. Por otro lado, hay otra maceta en el suelo con una planta de tronco parecido a una pata de elefante, con largas y delgadas hojas verdes en la parte superior.
Frunzo el ceño un tanto conmovida por el detalle de las plantas en la habitación. Mientras tanto, continúo observando cada mínimo detalle, noto tres puertas y, antes de ir hacia una de ellas, encuentro mi mochila a un costado de la lujosa cama.
Cuando me encamino a la primera puerta, la abro para reconocer un baño muy lujoso e higiénico, y resoplo ante la decepción de que no es la salida. Sigo con la otra que resulta ser un armario muy amplio, más grande que la habitación que ocupábamos Luna y yo en el orfanato.
Al llegar a la última puerta e intentar abrirla, ésta no abre. Adivino de inmediato que es la salida. El pánico aborda mi cuerpo y forcejeo la cerradura con pavor, pero mis golpes y patadas no le hacen más que un rasguño a la madera de caoba.
Los mareos que al inicio del viaje me invadieron, vuelven a torturar mi cabeza. Me alejo de la puerta para dar vueltas sobre mi propio eje y jalar mi cabello llena de frustración. Respiro con profundidad antes de ejecutar una loca idea. Tomo impulso y exhalo el aire contenido para, luego, correr hacia la puerta que se niega a ceder.
Sin embargo, cuando doy un salto para patearla, justamente es abierta desde el exterior, causando que salga volando hasta terminar estrellándome con alguien en el proceso.
—Mierda —escucho una maldición por debajo de mí—. No pensé que te despertarías tan energética.
—Nadie te dio la fantástica idea de drogarme y encerrarme en una habitación —refunfuño, mientras me dispongo a levantarme de mi caída. Resulta que caí sobre él, y noto algunas muecas de queja en su rostro.
—Entonces, ¿Pretendías que dejara la puerta abierta para que, luego, salieras como una loca desquiciada e intentaras matarme? —pregunta retóricamente—. No, gracias.
Ruedo los ojos y nos terminamos de levantar.
Inmediatamente, recorro con la vista el pasillo en el que estamos. Hay varias puertas y las paredes son blancas, haciendo que el color caoba de los marcos en las puertas resalten, y están acompañadas con algunos cuadros de paisajes lúgubres. El techo tiene luces incrustadas que alumbran el pasillo.
Ryder me hace un amague para que recorra el lugar a mi gusto y camino hasta el inicio del pasillo, contando mentalmente las puertas que hay, dándome cuenta de que la primera y única a la izquierda es mi habitación.
—¿A qué millonario le robaste las llaves de esta suite? —interrogo sin vergüenza, antes de llegar a una columna de ladrillos que nos da paso a una peculiar cocina.
—Muy graciosa —murmura entre dientes para pasarme por el lado y abrir el refrigerador de dos puertas—. Pero, para tu sorpresa, me hospedo aquí de vez en cuando.
—¿Tú lo pagas? —pregunto otra vez sin dejar de sorprenderme el lujo que hay en solo la cocina. Apoyo mis manos en la isla de granito a la espera de su respuesta.
—Obvio, ¿Me ves cara de vago?
—Sí —contesto con una media sonrisa y él me lanza una mirada malhumorada.
Continúo haciéndole preguntas en el tiempo que permanezco sentada en una butaca alta que está adherida a la isla de la cocina, mientras él da constantes vueltas en la cocina, picando cosas y encendiendo la estufa de seis hornillas a su espalda. ¿Me pregunto qué está haciendo?
Ryder se ha vestido con una vestimenta informal, lleva unos pantalones negros deportivos de tela suave y una camisilla gris, dejando libre sus anchos hombros y marcando su figura trabajada.
—Oye, ¿cómo conseguiste ser el chofer que me trajera? —suelto otras de las tantas preguntas que rondan mi cabeza, mientras tengo la mirada fija en los alimentos que corta con agilidad.