Christine´s Ballad

CAPÍTULO II: VOLANDO CON LOS SUEÑOS

-¿Cómo te fue hoy en el trabajo?

-Soy yo quien debería hacer las preguntas, jovencito.

-Pero igual quiero saber.

-Me fue bien, como siempre. Todos te mandan saludos. Eres como la mascota del local.

-¿No crees que eso es un poco cruel? -Marcus entumeció su rostro.

-Eso significa que todos te quieren mucho. ¡Mira! La mamá de Lau nos preparó comida.

-¿Comida de la mamá de Lau? ¡Estupendo. Su comida es de lo mejor!

-¿O sea que no te gusta mi comida? -Volteó la cabeza, falsamente indignada.

-No es eso…

-¡Ya no hables! Rompiste mi corazón una vez más… Y yo que te cocinaba con todo mi amor…

-¡Ash! Ya no te pongas así -Intentó tomar su mano, pero Chris dio un salto hacia adelante, evitándolo.

-¡No me toques! No hablo con niños que no valoran mi comida.

-Bueno, está bien, lo siento. Tu comida también es deliciosa -dijo tratando de consolarla.

-Solo lo dices para hacerme sentir mejor. No es justo.

-¿Y por qué más lo diría si no es por eso? -Su hermana lo miró aún más indignada, y pareciera que esta vez sí era de verdad.

-No es lo que quise decir, ¡de veras!

-¡Ya me enojé contigo! ¡No te me acerques! -Aceleró el paso hasta casi comenzar a correr, a lo que Marky la perseguía con todas sus fuerzas, riéndose a carcajadas.

-¡Por favor, perdóname! ¡No lo dije con mala intención!

-¡Solo si me ganas la carrera a casa!

“Que este día no termine nunca, por favor… Que este momento no termine. Ojalá pueda detener estos instantes de felicidad que tenemos. No quiero que termine nunca… ¿Cuándo podremos tener esto para siempre? ¿Acaso podrás sonreír para siempre? Espero que sí…”

Agitados, se abrieron paso en su corto departamento.

Marcus corrió a su habitación y se cambió rápidamente de ropa.

-¿También trabajarás hoy? -preguntó mientras jugaba con una pelota de trapo.

-Sí. Perdóname, pero prometo que volveré pronto. Tengo turno en el supermercado hasta las seis y luego tendré que volver a salir a las siete, así que tendremos un tiempo para pasarlo juntos. Puedo llevarte al parque o a caminar por ahí, tú pide.

-¡Llévame a una librería! -Tan solo hacer la sugerencia lo emocionó bastante.

-¿En serio a una librería? Pero no podré comprarte ningún libro.

-Está bien, quiero revisar unas cosas que no aprendí mucho en clases.

-Si tú quieres… Bueno, tengo que irme, nos vemos, precioso -Se acercó y besó su frente-. Termina tu comida y continúa con tus deberes. Puedes salir con otros niños mientras no estoy, si quieres.

-¡Claro, cuídate mucho!

“Esa sonrisa… Quiero conservar esa sonrisa para siempre. Como la esencia del café. No quiero que desaparezca nunca…”.

• • •

Hay un olor característico de los supermercados que los vuelve un poco tediosos; te pone de mal humor. Un no sé qué.

Las personas hacen filas para comprar sus cosas y vivir un mes; algunos deben dejar de comprar lo que les gusta para no generar gastos innecesarios, mientras que otros sí pueden darse ciertos lujos. Una forma muy simple de identificar las clases sociales es ir al supermercado. Ver a un señor comprar cuatro canastas de cervezas y botanas para pasar el rato y luego a una anciana pasar con unas cuantas frutas y leche. ¿Por qué existe esa diferencia?

Aunque hay algo que se puede conseguir trabajando de cajera en un supermercado que no se logra conseguir en ninguna otra parte: la inocencia de la gente.

Cuando un niño que fue abandonado en la fila por su madre y tiene que ceder el puesto para que no le toque pagar a él, eso es inocente. Cuando ves a la señora que paga sus pocas cosas con dinero de su bolso de flores, eso es inocente. Cuando el hombre de la tercera edad necesita ayuda para llevar sus compras porque no puede hacerlo solo: eso es inocente. Puede sonar muy simple, pero es muy significativo la calidad de personas que se pueden encontrar en los pasillos, y es lo que a ella le motiva para trabajar en un lugar como ese.

-Muchas gracias, linda -dijo una señora luego de que Chris la atendiera como siempre.

La rutina de la caja es mucho más agitada, pero de cierto modo, placentera.

Ahí no tenía tantos amigos como en la cafetería, pero tampoco parecía importarle. Cree que no es necesario.

Estaba ya por terminar su turno, así que se encaminó a los cuartos de empleados para retirar sus cosas y marcharse en busca de su hermano para darle ese paseo que le prometió.

-Christine, ven por favor.

El manager la interceptó justo en la puerta.

-¿Sucede algo, señor?

Temía que podrían despedirla. Era una probabilidad muy grande. El manager la hizo pasar a su oficina y cerró la puerta con seguro. Corroboró que las cortinas estuvieran cerradas y que no pudiera haber nadie espiando.




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