Cicatrices en el Alma

Capítulo 2: Encuentro Casual

Daniel estaba cansado. No físicamente, porque siempre se mantenía en buena forma, corriendo por la ciudad cada mañana antes de que el caos del día comenzara. Era un hombre de hábitos, y esa rutina le daba una sensación de control que necesitaba desesperadamente en su vida. Pero el cansancio que sentía ahora no era algo que pudiera arreglar con una carrera matutina o una taza de café fuerte. Era un agotamiento emocional, una sensación de que, sin importar lo que hiciera, algo siempre faltaba.

Como arquitecto, su vida giraba en torno a los detalles, los cálculos precisos y las líneas perfectamente dibujadas. Su trabajo le daba la estructura que su vida personal no tenía. Pero últimamente, incluso el placer que solía encontrar en diseñar edificios había comenzado a desvanecerse. Cada proyecto se sentía como una repetición del anterior, una serie de tareas mecánicas que ya no le aportaban satisfacción.

Esta mañana no era diferente a las demás. Después de correr por el parque, se dirigió al pequeño café de la esquina donde solía detenerse antes de ir a la oficina. Le gustaba ese lugar. No porque fuera especialmente bueno, sino porque era familiar. Las mismas caras cada mañana, los mismos baristas que ya conocían su pedido de memoria. Había algo reconfortante en la rutina, en no tener que pensar demasiado en las pequeñas decisiones de cada día.

Pidió su café habitual y se sentó en una mesa cerca de la ventana. Mientras esperaba, se dedicó a observar a las personas que pasaban apresuradas por la acera. Siempre le había gustado esa parte de la mañana, cuando el mundo aún estaba despertando y las calles se llenaban de vida. Era un recordatorio de que, aunque él se sintiera estancado, el resto del mundo seguía adelante.

Fue entonces cuando la vio. Al principio no prestó mucha atención. Había muchas personas en el café, todas inmersas en sus propias vidas, pero algo en ella lo hizo detenerse. Estaba sentada sola, con una taza frente a ella y una mirada distante en sus ojos. Parecía perdida, no en el sentido físico, sino emocionalmente. Era una sensación que Daniel conocía bien.




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