Cicatrices en el Alma

Capítulo 11: Ecos del Pasado

Emma

Emma se encontraba frente a su escritorio, una pila de papeles y libros desordenados a su alrededor. El leve murmullo del tráfico de la ciudad se filtraba a través de la ventana abierta, pero ella apenas lo notaba. Su mente estaba lejos de allí, atrapada en los recuerdos que intentaba evitar desde hacía tanto tiempo.

Después de la conversación con Daniel, todo lo que había intentado reprimir volvió a la superficie. La forma en que él la miraba, la forma en que le ofrecía apoyo sin pedir nada a cambio, la hacía sentir expuesta, vulnerable. Pero también la hacía sentir culpable. Sabía que Daniel merecía más de lo que ella era capaz de darle en ese momento. Había algo roto dentro de ella, algo que no podía arreglarse con palabras dulces o promesas de amor. Y eso la aterraba.

Frente a ella, un viejo cuaderno de tapa azul descansaba en la esquina del escritorio. No había tenido la valentía de abrirlo en años, pero en ese momento, sentía la necesidad de enfrentarse a lo que había estado evitando. Con manos temblorosas, lo tomó y lo abrió lentamente.

El cuaderno contenía los recuerdos más dolorosos de su vida. Había empezado a escribir en él cuando su primera relación seria se derrumbó de la manera más brutal posible. Al principio, había sido una manera de desahogarse, de procesar lo que había sucedido. Pero a medida que los meses pasaban, el cuaderno se convirtió en un recordatorio constante de su dolor, de la traición que la había destrozado.

Las primeras páginas estaban llenas de rabia. Las palabras escritas en tinta negra eran duras, como si intentaran cortar el papel. Emma había volcado su ira y su frustración en aquellas páginas, describiendo con detalle la forma en que había sido engañada, cómo se había sentido utilizada y descartada. Recordaba cómo, en aquel entonces, había pensado que nunca volvería a confiar en nadie, que jamás podría amar de nuevo.

A medida que pasaba las páginas, las palabras cambiaban. La rabia daba paso a la tristeza, a la desesperación. Emma había escrito sobre las noches solitarias en las que no podía dormir, sobre los días en los que apenas podía levantarse de la cama. Recordaba cómo había comenzado a dudar de sí misma, cómo el dolor había erosionado su confianza, dejándola vacía y rota.

Llegó a una página en particular que le costó mirar. Había subrayado una frase que, en ese momento, había resumido todo lo que sentía: "No soy suficiente para ser amada". Esa frase la había seguido durante años, como una sombra oscura que no podía sacudirse. Y aunque había intentado seguir adelante, el miedo a ser insuficiente, a ser herida de nuevo, siempre estaba ahí, acechando en el fondo de su mente.

Soltó el cuaderno de golpe y se levantó de la silla, sintiendo que el aire en la habitación se volvía sofocante. Se acercó a la ventana y miró hacia la calle. La vida seguía como siempre, indiferente a su tormento interno. Los peatones caminaban, los coches pasaban, el mundo no se detenía por su dolor.

"¿Cómo puedo seguir adelante?" murmuró para sí misma, apoyando la frente contra el cristal frío. Las palabras de Daniel resonaban en su mente. "No tienes que enfrentarlo sola". Pero eso era lo que siempre había hecho. Enfrentarlo todo sola. No sabía cómo dejar que alguien más entrara en su vida, cómo permitir que otro compartiera su carga.

La realidad era que el amor la asustaba. No el amor en sí, sino lo que podía implicar: la vulnerabilidad, el riesgo de ser herida de nuevo. El miedo de que, si se permitía amar a Daniel completamente, él también podría dejarla. Y eso sería algo que no podría soportar.

En ese momento, su teléfono vibró en la mesa, sacándola de sus pensamientos. Era un mensaje de Daniel.

"¿Estás bien?", decía el mensaje. Simple, directo, pero lleno de preocupación.

Emma suspiró, sin saber cómo responder. No quería mentirle y decirle que estaba bien cuando no lo estaba. Pero tampoco quería abrirse completamente y decirle la verdad. Después de un momento de vacilación, respondió con un breve mensaje: "Estoy bien. Hablamos más tarde".

Sabía que Daniel merecía más que eso. Sabía que él estaba tratando de ser paciente, de darle el espacio que necesitaba. Pero también sabía que su paciencia no duraría para siempre. Tarde o temprano, tendría que decidir si estaba dispuesta a dejar que Daniel la viera completamente, con todas sus cicatrices y heridas, o si seguiría escondiéndose detrás de sus muros.

Regresó al escritorio y miró el cuaderno una vez más. Sabía que no podía seguir huyendo de su pasado, que si quería avanzar con Daniel, tenía que enfrentar lo que la estaba reteniendo. Pero, ¿cómo se enfrenta uno a las cicatrices que nunca terminan de sanar?

Con un suspiro profundo, Emma cerró el cuaderno y lo guardó en el cajón. No estaba lista para enfrentarlo, no aún. Pero sabía que el momento llegaría, y cuando lo hiciera, tendría que decidir si estaba dispuesta a arriesgarse, a abrirse al dolor y a la posibilidad de un amor que no estaba segura de merecer.

El sonido del tráfico continuaba afuera, y Emma se quedó mirando la ventana, perdida en sus pensamientos. La verdad era que, aunque quería avanzar, aunque quería dejar atrás el pasado, todavía no sabía cómo hacerlo. Y esa incertidumbre la estaba consumiendo.




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