Cicatrices en el Alma

Capítulo 12: Reflejos en el Espejo

Daniel

El gimnasio estaba casi vacío a esa hora de la mañana. La rutina de Daniel siempre comenzaba temprano, antes de que la ciudad despertara por completo. El sonido rítmico de las pesas al chocar y el leve eco de sus pasos sobre el suelo de madera eran los únicos ruidos en el ambiente, pero eso le daba paz. Era uno de los pocos momentos en los que podía escapar del ruido constante en su cabeza.

A medida que levantaba las pesas, sus músculos se tensaban y ardían, pero no era nada comparado con el peso invisible que había estado cargando durante años. Cada repetición era una forma de liberar, al menos temporalmente, la presión interna que sentía por las expectativas de su familia. Siempre había estado presente esa sensación de que no importaba cuánto logrará, nunca era suficiente.

Se detuvo un momento, respirando profundamente mientras miraba su reflejo en el espejo. El sudor recorría su frente, y sus ojos, aunque enfocados, revelaban el cansancio que llevaba consigo. El reflejo le devolvía una imagen que a veces le resultaba extraña, como si estuviera viendo a alguien más. Durante mucho tiempo, Daniel había interpretado un papel, tratando de cumplir con los estándares que otros le habían impuesto, sin preguntarse nunca quién era realmente.

La voz de su padre resonaba en su mente como un eco constante. "No tienes margen para errores. Esta familia depende de ti". Había sido así desde que tenía memoria. El negocio familiar, el prestigio, todo recayó sobre sus hombros cuando aún era joven. Y aunque había trabajado duro para estar a la altura, cada vez era más claro para él que ese peso lo estaba desgastando, apagando lentamente el fuego que alguna vez tuvo por la vida.

"¿Y si nunca soy suficiente?", pensó, observando sus propios ojos en el espejo. Esa duda lo había atormentado durante años, pero se hizo más fuerte desde que Emma entró en su vida. Con ella, quería ser su verdadero yo, alguien capaz de amar y ser amado sin las cadenas de las expectativas familiares. Pero el miedo de que ella viera sus fallas, sus inseguridades, lo mantenía en guardia.

La relación con Emma lo había puesto frente a un espejo diferente, uno en el que no podía esconderse detrás de las expectativas de su familia. Ella veía más allá de la fachada que había construido durante tanto tiempo. Había momentos en que sentía que Emma lo entendía mejor que nadie, pero también había días en que su miedo lo detenía, temiendo no ser suficiente para ella tampoco.

Dejó caer las pesas al suelo, el sonido resonando en el vacío del gimnasio. Sus manos temblaban levemente mientras tomaba su botella de agua y se apoyaba en una de las paredes. "No puedo seguir así", se dijo a sí mismo, pero no estaba seguro de cómo cambiar. Parte de él sabía que, si seguía cumpliendo con las expectativas de su familia, terminaría perdiendo lo único que realmente deseaba: una vida junto a Emma, libre de esas cadenas invisibles.

El teléfono en su bolsillo vibró, sacándolo de sus pensamientos. Era un mensaje de su madre.

"La reunión familiar es este sábado. Espero que llegues a tiempo".

Daniel apretó la mandíbula, sintiendo cómo la presión volvía a aumentar. Cada reunión familiar era un recordatorio de su lugar en la estructura que su padre había construido, una red de expectativas que no le permitía escapar. Aunque amaba a su familia, cada reunión se sentía como una evaluación de sus logros, como si estuvieran esperando el momento en que fallara.

Tomó una decisión rápida y guardó el teléfono en su bolsillo sin responder. Ya no podía ignorar cómo estas situaciones lo afectaban, especialmente cuando se trataba de Emma. En las últimas semanas, se había distanciado de ella, no por falta de amor, sino porque estaba luchando contra esa parte de sí mismo que seguía encadenada a los deseos de los demás.

"No puedo perderla", pensó con una mezcla de determinación y miedo. Sabía que Emma tenía sus propias cicatrices, sus propios miedos, pero también sabía que si no era sincero con ella, si no le mostraba quién era realmente y las batallas que estaba peleando, ella terminaría alejándose.

Tomó una respiración profunda y decidió lo que haría: hablar con Emma. Tenía que abrirse completamente con ella, contarle cómo las expectativas familiares lo habían marcado, cómo esas cadenas lo mantenían en constante tensión. No podía esperar que ella lo entendiera completamente si no le mostraba la verdad de lo que estaba enfrentando. Y aunque la idea lo aterraba, sabía que tenía que hacerlo si quería salvar lo que tenían.

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Más tarde, cuando el día ya había avanzado, se dirigió al apartamento de Emma. Cada paso que daba hacia su puerta lo llenaba de dudas, pero también de una determinación creciente. Era el momento de ser completamente honesto, aunque no estaba seguro de cómo reaccionaría ella.

Tocó la puerta y esperó, escuchando los pasos ligeros de Emma al otro lado. Cuando ella abrió la puerta, sus ojos lo observaron con una mezcla de sorpresa y preocupación. Parecía estar esperando que él hablara, pero las palabras no salieron de inmediato.

"¿Daniel? ¿Estás bien?", preguntó Emma, notando la tensión en su rostro.

Él asintió lentamente, aunque sabía que no estaba "bien". "Necesito hablar contigo", dijo finalmente, su voz más firme de lo que se sentía por dentro. "Hay algo que he estado cargando, y no puedo seguir ocultándolo".




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