Cicatrices Invisibles

Capítulo 2 – Páginas de lágrimas

El cuarto de Alejandro no era un refugio, sino una herida sin cerrar. Una trinchera solitaria donde solo él seguía en la lucha. Las paredes, pintadas de un azul desgastado por los años, no lo calmaban. Solo lo encerraban, como una llaga que no sana bajo la piel: apretando, sin curar, sin dejar respirar.

El desorden no era casual, sino el mapa de su estancamiento por dentro: ropa apilada en una silla como un fantasma, vasos con agua estancada, y la luz de la luna que entraba por las cortinas viejas, partiendo la penumbra en franjas grises.

En el librero, los libros se amontonaban con la prisa de quien se agarra a un salvavidas de papel. Algunos estaban abiertos a la mitad, con páginas marcadas por rayones fuertes y notas que parecían heridas. Eran gritos atrapados en tinta, voces de otros que, por un momento, habían sabido nombrar su silencio.

Alejandro se levantó de la cama con un suspiro hondo. Caminó con pasos lentos hacia ese altar de fracaso y polvo. Sus dedos rozaron los lomos de los libros con un respeto callado, como quien toca algo sagrado en una religión que ya no sigue, pero cuyos ritos todavía le son conocidos.

Escogió uno. No al azar, sino guiado por el recuerdo de su cuerpo, por la marca que cada texto había dejado en él. Era el que más dolía, el que mejor lo entendía porque le devolvía su propio reflejo. Lo sostuvo entre sus manos como si cargara una confesión demasiado personal, demasiado viva para guardarla solo en su pecho.

Se dejó caer en la silla frente al escritorio viejo, su espalda doblando bajo un peso que no se veía. Sus hombros, cansados, se redondeaban como ramas mojadas después del aguacero. Al abrir el libro, el olor a papel viejo y tiempo parado lo envolvió con una calma que reconfortaba. Era un aroma que conocía desde antes de entender su tristeza, un recuerdo que lo llevaba a una inocencia perdida.

Las palabras en la hoja lo miraban fijamente, pacientes y serias, como si hubieran estado esperando su regreso a este momento de caída.

Y entonces, sin avisar, ni pedir permiso. Una lágrima rompió la coraza de su indiferencia. No fue un sollozo, ni un temblor. Fue una rendición callada. Resbaló por su mejilla, caliente y extraña, y cayó sobre una frase que hablaba de lo imposible que es volver a ser niño sin romperse en el intento. Fue una confesión sin palabras que nadie más vería. La tinta se corrió formando un pequeño eclipse, y Alejandro no hizo nada por evitarlo. El dolor también necesitaba escribirse ahí, como si su tristeza pidiera, al fin, ser parte de una historia más grande.

—¿Por qué a mí? —murmuró hacia la mancha húmeda en el papel, una pregunta gastada de tanto usarse, sin esperar una respuesta que el mundo nunca le había dado.

Las palabras del libro no consolaban. Tampoco abrazaban. Su propósito era más duro y, por eso, más honesto: lo dejaban completamente al descubierto. Cada línea era una bofetada suave, una verdad que existía sin pedir autorización. Apretó el libro contra su pecho, como si fuera un cuerpo tibio, un corazón prestado que latía con un ritmo ajeno pero reconfortante. Se quedó quieto, conteniendo el aliento como quien no quiere que lo oigan existir.

En la penumbra de su cuarto, el silencio no era solo falta de ruido: era algo vivo. Que latía. Que se pegaba. Se adhería a las paredes como un lamento viejo, como el sudor frío que queda después de una pesadilla. Alejandro lo conocía bien. Era su compañero más constante. Lo dejaba entrar cada noche. Lo dejaba hablar con su lengua de quietud y sombras.

Afuera, más allá de su burbuja de dolor, la vida seguía en automático: el claxon lejano de un carro, el ladrido de siempre de un perro, voces sin nombre que se colaban por las ventanas como sonidos de otro mundo. El mundo sonaba ajeno y distante, como una película con volumen bajo que pasaba en otro cuarto, en una casa donde él siempre había sido un extraño.

No pertenecía a ese ruido. Nunca había pertenecido.

Su espalda se doblaba sobre el libro como si quisiera cerrarse sobre sí mismo, buscando en su propio cuerpo una salida para esfumarse. Las palabras en la página bailaban, traicioneras, bajo la luz que titilaba de la lámpara con el cable pelado. Leer era para él un acto de fe al revés: no buscaba salvación, solo un respiro. Esperaba, con una esperanza ya gastada, que esta vez una frase doliera un poco menos. Que alguna línea sirviera de boya para mantenerlo a flote un momento. Que una sola palabra abriera una rajadura en la pared de su pecho donde respirar no fuera tan desgarrador.

"Tal vez esta frase... esta página... este capítulo... me salve".

Pero la esperanza era una moneda que no valía nada en su bolsillo. Ninguna palabra lo salvaba. Un peso pesado y conocido se instaló en su hueso del pecho, una carga invisible que le robaba el aire. No era el dolor filoso de una herida nueva, sino la pesadez sorda de una fractura vieja mal curada, metida en la base de sus pulmones. Y él, noche tras noche, cavaba en su interior con las manos vacías, tratando de sacar una versión de sí mismo que no se ahogara en su propia compañía.

Alejandro cerró el libro de golpe. El ruido seco del papel sonó como un balazo en el silencio. Se levantó de pronto, y la silla crujió detrás de él con un quejido de protesta. La lámpara titiló, dudando, como si no estuviera segura de seguir alumbrando una escena tan triste.

Sus pasos, lentos y pesados, lo llevaron hasta el espejo, ese testigo mudo que solía tapar con una camisa cuando su reflejo se volvía un reclamo imposible de aguantar. Esta noche se paró frente a él. Y no se conoció. La piel, flaca y pálida, se estiraba sobre sus pómulos. Sus ojos, hundidos en cuencas oscuras, miraban desde un lugar que parecía estar a kilómetros de distancia. Hasta su cabello, despeinado y sin vida, parecía una declaración de derrota, como si su propio cuerpo hubiera dejado de pretender normalidad. Era él, pero borroso, como una foto desteñida de quien quizá pudo ser.



#4649 en Novela romántica
#515 en Thriller
#196 en Suspenso

En el texto hay: romance, drama, abuso familiar

Editado: 30.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.