Rosa
Positivo: ensueño, erotismo, dulzura, delicadeza.
Negativo: pérdida de realidad, alejamiento, idealización, sentimentalismo.
Perséfone aprovechó la ausencia de Valeria para realizar un rápido registro por la casa, en busca de alguna pista más sobre la historia de sus propios padres, la cual estaba demasiado impaciente por conocer. Sin embargo, no encontró nada: ni una foto, ni un recuerdo, ni un objeto personal que pareciera pertenecer a su pasado: todo lo que evocaba a sus padres parecía estar encerrado en aquel álbum de fotos rojo que reposaba sobre la mesa.
Perséfone oyó cómo la puerta se abría, y regresó con rapidez al sofá, a tiempo para que su tía Valeria la encontrara de nuevo allí.
– Ya estoy aquí… Ay, todavía no me creo que estés aquí, sobrina…
Perséfone sonrió tímidamente y su tía prosiguió:
– Tengo tanto que contarte, pero no sé ni por dónde empezar… No sé, si quieres, mejor pregúntame tú, y yo te contesto.
– Vale… una cosa que siempre me he preguntado es cómo eran – dijo Perséfone, refiriéndose a sus padres. – En plan, de forma de ser – puntualizó.
– Ay, tu padre, mi hermano… Era un cielo, un puto cielo. Estaba como una cabra, y era muy divertido, nos reíamos mucho con él... ¡siempre tenía unas ocurrencias! La verdad es que nunca me aburría con él, siempre estábamos haciendo cosas, recuerdo que era muy activo y no sabía estarse quieto. Él siempre fue muy bueno conmigo, siempre me escuchaba y me animaba cuando estaba triste, eso sí, ¡mejor no verle cabreado!
– De físico me pareceré más a mi madre, pero de forma de ser, ¡creo que me parezco más a él! – dijo Perséfone, sonriendo.
– ¡Pues puede ser! Tu madre era distinta, ella era más seria, más callada, eso sí, ¡hasta que la conocías bien! Luego era tan divertida y estaba casi tan loca como tu padre. Recuerdo que éramos muy amigas y me encantaba hablar con ella, era una friki, ¡sabía tantas cosas! Estudiaba Historia, o Arte, algo así, no recuerdo bien. Y la gustaba mucho la mitología.
– ¿Y por eso me llamó Perséfone?
– Eso es, y menos mal, porque si no no te hubiera encontrado nunca por Facebook… No hay muchas chicas que se llamen así en esta ciudad.
– ¿Y cómo se conocieron?
– Pues fue curioso, a tu padre le gustaba mucho la música, y vinieron uno de los grupos que más le gustaban, ¿Judas Priest, puede ser? El caso es que antes del concierto actuaron unos teloneros que hacían música así, como folclórica, y la cantante era…
– ¿Mi madre? – preguntó Perséfone, muy sorprendida ante el hecho de que su madre fuera cantante, ya que ella misma tenía un talento nulo para cantar.
– ¡Eso es! Y tu padre se quedó obsesionado con ella. A ver, a él siempre le habían gustado mucho las mujeres, no te voy a engañar… Pero con ella era distinto. Recuerdo que todas las noches me daba la chapa, que no podía dejar de pensar en aquella chica de pelo largo y negro que cantaba como un ángel…
» El caso es que, un tiempo después, la suerte quiso que ambos se encontraran en la feria, donde tu padre trabajaba… Y ahí surgió todo, ¿sabes? Jobar, recuerdo la ilusión que había en sus ojos cada vez que se miraban, y la verdad es que nunca he visto a una pareja quererse tanto… Yo creo que, en el fondo, nunca dejaron de quererse, a pesar de todos los problemas…
– ¿Qué problemas? – preguntó Perséfone.
Valeria pegó un resoplido y prosiguió:
– La verdad es que lo suyo no fue fácil. Estaban muy enamorados, eso es cierto, pero tenían formas de ser y de pensar distintas y a veces chocaban, ¿sabes? Y luego, a los pocos meses de conocerse, ella se quedó embarazada de ti… ¡Que no digo que tú seas un problema, eh! Los niños siempre son una bendición, pero…
– Sí, sí, entiendo – interrumpió Perséfone a su tía, haciéndola entender que no tenía por qué disculparse.
– Eran bastante jóvenes, tenían diecinueve años, y para colmo también estaba el tema de las familias… A los padres de ella nunca les había hecho gracia que tu madre andara con mi hermano, y por supuesto no querían que te tuviera a ti… Y nuestra madre, tu abuela, odiaba a tu madre, siempre la estaba intentando hacer la vida imposible… Pero bueno, ella es así, yo creo que está enferma, odia a todo el mundo. Yo misma hace años que no hablo con ella.
» El caso es que ambos querían tenerte y lo que hicieron fue escaparse, le pegaron una patada a la puerta de una casa, y se metieron allí… Dios mío, qué lugar, pero mira, al final tu padre la arregló y la dejó bastante bien, la verdad es que era un manitas... Y nada, luego naciste tú, y recuerdo que iba mucho a verte (a escondidas de mi madre, obviamente). ¡Estaba tan contenta con mi sobrinita! Recuerdo que me gustaba jugar a lanzarte al aire, y una vez te mareé tanto, ¡que me vomitaste encima!