Cien días nos separan

Estrella 5: Donde hubo fuego

     ― ¡Aléjense todos que viene la bruja! ―pregonó Spencer por los pasillos con un gesto exagerado―. Ah no, es Spud―bufó fingiendo alivio.

Los tontos que lo rodeaban estallaron en alaridos y risas escandalosas.

Así comenzó un miércoles más para Kamille. Para su sorpresa, no se encontró a Lucas en el camino, aunque, lejos de alegrarse, se sintió más bien desconcertada. Había preparado cuidadosamente cada pregunta que le iba a hacer en cuanto lo viera. Lo había ensayado toda la noche, e incluso había continuado repasándolo en sus sueños cuando se quedó dormida.

Las clases de Lógica no tuvieron gran relevancia. Eran como horas libres, mientras que las de Química eran tan difíciles que nadie se atrevía a abrir la boca mientras la profesora Ribbenne explicaba. Era delgada, menuda y su cabello lucía un volumen exagerado. A simple vista parecía inofensiva, pero lo cierto era que se enojaba cada vez que alguien le hacía una pregunta. En sus clases había dos opciones: ser superdotado o fracasar.

Kamille prefería fracasar, aunque no lo lograba. A pesar de que había bajado sus notas considerablemente, no había reprobado ninguna materia. Lo único que deseaba era graduarse, olvidarse de todo e irse muy lejos.

«Al Triángulo de las Bermudas, para que no me encuentren jamás» Pensaba en ciertas ocasiones.

Durante estas clases, Brandt ocupó su lugar habitual, ya que Lucas no llegó al colegio. ¿Qué le habría pasado? ¿Por qué había faltado? La chica de cabello oscuro les dio muchas vueltas a aquellas dos preguntas. Estaba preparada para aclarar todo el asunto del día anterior, pero ese chico se dio el lujo de no asistir a clases. Menuda suerte.

 

 

Lucas

El sonido de la alarma me sobresaltó. Vaya...justo cuando había logrado conciliar el sueño. Había pasado toda la noche pensando, durmiendo, soñando y despertando. A lo mejor había sido un error sacar a flote el tema de mi madre. Después de estos tres años ya sabía que intentar traer esos recuerdos de vuelta a mi cabeza solo me traía grandes migrañas.

Miré mi reloj. Las ocho. Vaya, llegaría tarde a clase. ¿Por qué no me habría despertado mi padre? Me rasqué la nuca levantándome perezosamente. Daba igual. Tenía que apresurarme si pensaba llegar algún día al colegio.

 

 

Kamille

Casi como si lo hubiera llamado con la mente, Lucas apareció en el salón para la clase de matemática. Tomó el puesto junto a mí, aprovechando que Brandt no había llegado al salón antes.

Lucía cansado, ojeroso y estaba algo despeinado. Pero, ¿a mí qué me importaba eso? Aparté la vista rápidamente cuando caí en cuenta de que lo estaba mirando sin pestañear. No tenía por qué preocuparme por sus problemas cuando ya tenía suficiente con los míos.

La clase transcurrió como de costumbre. Yo con los brazos apoyados sobre mi librito rojo, sin poder dibujar en él. Y Lucas mirándome con descaro y sonriéndome cada vez que lo pillaba. De un momento a otro había vuelto a ser el mismo fanfarrón de siempre.

De pronto, algo fuera de lo normal me alertó. Se empezaron a escuchar cuchicheos en el salón, algo que rara vez ocurría en las clases de matemática. Expresiones de incredulidad, risas y chismorreos llenaban la estancia e iban en aumento.

«¿Quién es Kami?»

«¿Es Spud?»

«¿Quién es ese vagabundo?»

     ― ¡Silencio! ―exigió el profesor Gerlovich, pero fue en vano. Todos estaban descontrolados.

Fue tanta la intriga que me causaron aquellos comentarios, que finalmente decidí alzar la vista hacia lo que todos miraban. Inmediatamente el corazón se me cayó a los pies, como un tren chocándose ruidosamente con otro. Había un chico agazapado en un árbol cubierto de nieve, con un letrero en sus manos que decía: «Perdóname Kami» Aún con su rostro detrás del cartel podía reconocer al imbécil que lo sostenía.

     ―Aww, mira Kami. Qué hermoso―dijo Maggie volteando hacia mí con mirada empalagosa.

Ella no sabía lo que decía. Puse los ojos en blanco. Estaba perdiendo su tiempo si pensaba que conseguiría algo de mí con un movimiento tan estúpido.

     ― ¡Silencio! ―insistió el gordinflón Gerlovich. Otra vez fue en vano.

Clavé la vista en el suelo, dispuesta a ignorarlo. Que se tragara sus disculpas, porque yo no las quería. Pensaba que el otro día que se apareció en mi casa ya le había dejado claro que no quería saber nada de él, pero al parecer no fue así.

Era un cínico al pensar que lo perdonaría luego de todo el daño que me hizo.

 

 

Lucas

¿Y ahora este quién era? ¿Desde cuándo una chica como ella conseguía atraer a tantos tipos? No tenía sentido. Estaba el nerd del salón, el tipo pelinegro del otro día y ahora este. ¿Acaso sería...aquel tonto de la foto del anuario?

Aún no estaba seguro si Spud era esa Kamille, pero si lo era entonces sí había posibilidad de que aquel fuera el tal Dustin. A lo mejor lo conocía, después de todo ambos habíamos estado en Pellington, ¿o no?



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En el texto hay: juvenil, desamor, amor

Editado: 18.08.2022

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