Cien días nos separan

Estrella 6: Inesperado

Se estaba haciendo tarde y nada que aparecía la chica. Y eso que Lucas pensaba que ya no intentaría aquel truco de pasar más tarde. Eran las ocho menos un cuarto. Lucas ya llevaba dos horas esperando y empezaba a desesperarse... ¿O preocuparse? Incluso cerró los ojos y se durmió por unos minutos. Qué despistado, a lo mejor pasó mientras se había quedado dormido.

Sí, definitivamente debía haber ocurrido eso. No tenía caso que siguiera perdiendo el tiempo ahí sentado. Se levantó de un salto, desperezándose, y se dirigió al colegio. Esa chica tonta siempre le complicaba todo.

Esperó pacientemente hasta la segunda hora, que tenían clase de Arte juntos. Era la primera mañana que Kamille había logrado evadir su compañía, bueno, exceptuando el día que se quedó dormido.

Cuando llegó al salón se encontró con que la chica no estaba. Qué extraño. Ella siempre era una de las primeras en llegar. Espero un rato más. Nada. Los demás llegaron, pero Kamille no apareció en toda la clase. ¿Acaso no había ido al colegio?

El chico de ojos marrones estuvo inquieto durante todas las siguientes clases. Y mucho más luego de lo que le dijo Maggie.

«¿Sabes por qué no vino?» Le había preguntado.

«No sé, ella nunca falta a las clases.» Le había respondido la amiga de Kamille.

Si nunca faltaba, ¿por qué entonces no estaba ahí?

Durante las tres últimas horas de clases comprobó que, efectivamente, ella no había asistido. Lo volvía loco no saber dónde estaba o qué estaba haciendo Kamille. Y lo peor era que no tenía idea de por qué.

 

 

Lucas

Me eché a la cama, exhausto, luego de un largo día de clases. Sin Spud en el colegio, hasta mirar al techo era muy aburrido. Ya ni Shay lograba distraerme.

     ―Ya llegué―me sorprendió mi padre.

¿Ahora por qué estaba en casa tan temprano? Alphonse Vayne estaba muy raro últimamente. Incluso hacía varios días que no me sermoneaba, ni me reprochaba lo mal hijo que era, ni nada. ¿Qué pasaba con él?

Me levanté de un salto y bajé de inmediato a la sala. Su mirada desconcertada se posó sobre mí mientras me recostaba en el sofá, con los pies sobre la mesita.

     ― ¿Hay algo que quieras decirme? ―inquirió dirigiéndose al refrigerador. Ladeé la cabeza―. Está bien―cedió sin más.

Estaba actuando muy extraño. ¿De verdad era mi padre? ¿O acaso era un alienígena que lo secuestró y se quedó en su lugar? Todo era muy posible tratándose de él.

     ― ¿Te despidieron? ―resolví finalmente. No hallaba otra explicación cuerda para el asunto.

     ―Por supuesto que no―rechazó mostrándose ofendido.

     ― ¿Renunciaste?

     ―Claro que no.

     ―Estás muy raro―dije fingiendo desinterés.

     ― ¿Yo estoy raro? ―resopló.

     ―No me has gritado ni regañado desde hace tiempo―me expliqué.

Mi padre se echó a reír. ¿Qué era tan gracioso? Estaba hablándole muy en serio.

     ―Lucas, si no haces nada malo no tengo por qué regañarte.

Lo miré confundido. No lo había pensado así. ¿Me estaba portando bien? ¿Acaso había perdido la cordura? Esto no era propio de mí.

 

 

――*――

Kamille abrió los ojos de golpe. ¿Se había quedado dormida? Comprobó su reloj. Las dos y media de la tarde. Se sentía terrible. No se imaginó que una noche sin dormir le haría tan mal.

Había estado intentando toda la madrugada, sin éxito. Tenía demasiadas cosas en la mente que no la dejaban estar en paz. Dustin, Lucas, Kristin... ¿Desde cuándo su vida había vuelto a complicarse tanto? Dustin reapareciendo en su vida como si fueran viejos amigos que se han distanciado; Lucas metiéndose en sus asuntos constantemente; y su madre... ¿Qué podía decir de su madre?

Ya era tarde para ir al colegio y en sus condiciones lo mejor sería no moverse de su casa. Tenía el cuerpo muy caliente y no tenía nada que ver con la calefacción. La cabeza le daba vueltas y los ojos le pesaban. A duras penas pudo levantarse a preparar algo de comer, para luego terminar echada en el sillón. No tenía energía suficiente para volver a su habitación. Ojalá que su madre no llegara pronto. Ojalá su cerebro también se quedara sin energía para que dejara de pensar tantas estupideces.

 

 

Kamille

Seis meses atrás...

Avancé a través de la lluvia, sin saber exactamente hacia dónde me dirigía. No me sentía capaz de continuar bajo el mismo techo que esa mujer. El agua caía sobre mí por montones y la sangre continuaba manando de mi brazo herido. Tenía cristales alojados en varias partes del antebrazo izquierdo y una larga cortada a lo largo del bícep.

Llevaba casi una hora andando. Estaba tan lejos de casa que ya no reconocía los edificios y casas a mi alrededor; y, sin embargo, no me importaba. La lluvia se mezclaba con mis lágrimas, ahogando todas mis desgracias. ¿Me lo merecía? ¿Había sido una mala persona?



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En el texto hay: juvenil, desamor, amor

Editado: 18.08.2022

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