― ¡Vaya recibimiento! ― Podía percibirse el sarcasmo en su voz.
Lucas se sentía un tanto humillado, pero no se iba a dar por vencido tan fácil. ¿Realmente era su orgullo lo que lo había llevado a aparecer repentinamente en casa de Kamille a medianoche?
―Vete de mi casa. Ya te dije que no eres bienvenido.
―Vamos, Kamille, no seas así―insistió el chico apartándola ligeramente en un intento por entrar.
―Te dije que te largues ahora mismo o llamaré a la policía―amenazó la chica sosteniendo firmemente la puerta para que no pudiera colarse dentro.
―Oye, hablemos ¿sí? Lo cierto es que vine a devolverte algo― Esta última revelación sí que captó la atención de Kami. Su libro.
―Entrégamelo y vete―dijo Kami con dureza, extendiendo la palma abierta de su mano hacia él por la pequeña ranura que mantenía abierta.
En ese instante, Lucas extrajo un bolígrafo de su bolsillo delantero. La chica de cabello oscuro lo miró por un instante sin una pizca de reconocimiento. Era un bolígrafo común y corriente de los que usaba la mitad de las personas de toda la ciudad. Ese chico debía estar bromeando.
―Aquí tienes. ¿Ahora, puedo pasar?
Kamille
Puse los ojos en blanco y desvié la mirada por un pequeño instante. Un muy pequeño instante que bastó para que divisara el coche de mi madre doblando por la esquina de nuestra calle. Demonios. Un diminuto segundo fue todo lo que necesité para reaccionar y tirar de Lucas por su camisa, hacia el interior. Quién lo diría, el odioso de Lucas Vayne cumplió su cometido y acabó dentro de mi casa.
― ¿Tus padres? ―dudó él mientras lo arrastraba conmigo hacia mi habitación.
Las luces del auto apuntaban directamente hacia la entrada. No había tiempo, ya estaba aquí. Mi madre no podía verlo por nada del mundo. No quería ni imaginarme aquella horrorosa escena. Me daba escalofríos solo pensarlo.
―Cierra la boca―le advertí en un susurro luego de cerrar la puerta a mi espalda.
Ninguno de los dos volvimos a hablar hasta que comprobé que mamá se había dirigido a su habitación y había cerrado la puerta.
―Bonita habitación―comentó el fastidioso mirando alrededor.
Ignoraba el verdadero motivo por el cual ese chico estaba aquí, pero ya que las cosas habían resultado de este modo no iba a dejar que se largara sin antes darme una explicación.
―Ya que estás aquí, hay un par de cosas que tú y yo tenemos pendientes―crucé los brazos sobre mi pecho aún parada junto a la puerta.
―Pensé que querías que me largara―expuso sentándose en mi cama.
Estaba claro que no tenía modales.
―Qué mala educación―pensé en voz alta entre dientes.
―Quiero recordarte que tú fuiste la que me arrastró a tu habitación―señaló lanzándome una mirada significativa.
―Dejémonos de rodeos. Tú tienes algo mío y lo quiero de vuelta. Además, quiero una explicación acerca de lo que ocurrió el viernes pasado―sentencié con firmeza, aunque sin alzar la voz. No podía arriesgarme a que mi madre escuchara algo.
Un chico en mi habitación... ¡Por Dios! Sería una catástrofe.
Lucas se quedó pensativo. Pensé que estaba ordenando sus ideas y finalmente cedería, pero en vez de eso simplemente se dejó caer de espaldas en mi cama. ¿Cómo se atrevía a hacer eso en la habitación de una chica? Definitivamente no conocía la palabra "modales".
―Escucha tú...
――*――
El timbrazo de un celular interrumpió oportunamente la desastrosa escena que estaba por desarrollarse. La chica tardó un instante en reconocer el tono de su propio móvil que provenía de la canasta de la ropa sucia.
Lucas la observó fijamente mientras ella se acercaba a comprobar de quién se trataba. Número desconocido. Lo mejor era no contestar.
― ¿No vas a contestar? ―dudó el chico alzándose sobre sus codos. No podía negar que Kami era hermosa incluso en pijama.
―No―se limitó a decir ella. El timbre se detuvo, pero inmediatamente volvió a empezar.
―Podría tratarse de una emergencia―sugirió Lucas.
―Pues tú deberías contestar mis preguntas antes de sugerir que yo le conteste a otra persona.
«Jaque mate» Pensó Kamille.
―Que tú no recuerdes nada no es mi culpa―decir estas palabras le hizo sentir al chico, en cierta parte, como su padre cuando se negaba a darle una explicación acerca de lo sucedido con su madre―. Y en serio deberías contestar.
―No―replicó ella sentándose con las piernas extendidas junto al cesto de ropa sucia, sin quitar la vista de la pantalla.
―Entonces contesto yo.