Cien días nos separan

Estrella 12: Érase un san valentín

Uno, dos, tres, cuatro días pasaron; sumando ya treinta y dos. Y el día número treinta y tres cayó nada más y nada menos que el día de San Valentín. Menuda suerte, ¿no?

El trabajo de Kamille avanzaba a pasos agigantados; mucho más, con la ayuda incondicional de sus amigos Maggie y Brandt. Después de todo lo que pasaron, los tres sentían que su amistad era más fuerte que nunca. Ahora sí que serían inseparables. Incluso el irlandés había recuperado su asiento junto a las chicas durante las clases, luego de que Lucas renunciara a él sin dar explicaciones.

Ciertas cosas parecían volver a su sitio lentamente. La cafetería ya no parecía una mina a punto de explotar en cualquier momento para la artista. Las clases volvieron a su ritmo habitual, ya que, aunque sus profesores no se lo dijeran, Kami sabía muy bien que sus notas no eran las mejores. Ahora más que nunca tenía que esforzarse por recuperar todo lo que perdió durante su época oscura, como solía llamarla ahora. No podía permitirse reprobar.

Con tantos cambios y tantas distracciones, el recuerdo de aquel librito rojo que la había acompañado durante tanto tiempo en sus peores momentos empezó a desvanecerse poco a poco hasta no dejar rastro en su memoria.

¿Qué pasaría si ese libro volviera repentinamente a su vida? ¿Y qué era exactamente lo que significaba para ella? Lucas no podía dejar de hacerse estas preguntas cada vez que observaba al intruso que ocupaba un lugar en la estantería de su habitación. Ni siquiera entendía por qué no lo había tirado aún. Al parecer a esa chica ya no le importaba en lo más mínimo ese libro.

 

 

Kamille

Todo estaba saliendo mejor de lo que esperaba. Estar de vuelta con mis amigos era reconfortante y mi trabajo marchaba mejor de lo que esperaba. Preferí acabar primero toda la parte teórica para luego concentrarme en las entrevistas a los cerebritos. Quería hacerlo bien. Hacía mucho tiempo que nada me salía bien.

En parte podría decir que estaba un tanto agradecida por este trabajo, no solo porque me ayudaría a no reprobar el año, sino porque me mantenía muy ocupada. Cada vez que tenía un rato libre me dedicaba a redactar unas cuantas líneas de mi trabajo. Cuando no estaba redactando, estaba pasando el rato con Maggie y Brandt. Cuando no estaba con ellos y no tenía mi computadora a mano, ocupaba mi mente pensando en qué redactaría cuando la tuviera.

Era un círculo vicioso del que no quería ni podía salir, al menos no por ahora. Sobre todo porque me mantenía lejos de pensar en... en nada. De acuerdo, me mantenía suficientemente ocupada para no pensar en él, en Lucas Vayne. ¿Ilógico? Por supuesto. Desde esa noche algo había cambiado dentro de mí, pero no sabía ni me interesaba saber de qué se trataba. Solo tenía que evitarlo hasta que se esfumara por sí solo.

De todas maneras, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo sin palabras, no volvimos a cruzarnos en el camino del otro durante el resto de la semana.

 

 

Lucas

Treinta y tres días. Tenía que parar de una vez por todas con esta cuenta imaginaria. ¿Qué más me daba cuántos días llevaba de haber conocido a esa chica? En todo caso, eran los mismos días que llevaba de conocer a todos en el colegio, ¿o no? Claro, mi cuenta imaginaria debía ser de los días que llevaba en el Jules Watson, no de los que llevaba de conocerla. Me estaba ahogando en un vaso de agua. No. Ahora me estaba engañando a mí mismo, porque cada vez que un día se añadía a mi cuenta, pensaba en ella.

No debería seguir fastidiándome a mí mismo con este asunto. Ahora era uno de los populares, la mitad de las chicas del colegio estaban locas por mí. Además, ella parecía muy feliz en su pequeño grupito de tres. No parecía siquiera importarle que me alejara de ella. Shay tenía razón, no tenía por qué importarme Kamille. Al fin y al cabo, no había nada entre nosotros aparte de ese escándalo de las fotos y del estúpido reto que no llegó a ninguna parte.

 

 

――*――

Los estudiantes comenzaron a llegar al colegio; solos, en parejas, en grupos pequeños, en grupos grandes. Algunos de ellos sonrientes y otros con cara de fastidio. Claro, ¿quién estaría feliz de ir al colegio un sábado? Y peor aún, justamente el día del amor y la amistad.

Todo este absurdo evento empezó cuando el director, en un arranque de locura, decidió proclamar un día especial de clases por San Valentín. Por supuesto que esto no le hacía gracia a la mayoría de los estudiantes. Este día era para pasarlo con los amigos o con las parejas, no para estar encerrados en un salón de clases.

Y obviamente para evitar el fracaso de este gran evento, el director acompañó el anuncio con una de sus más célebres amenazas: "Es obligatorio que todos asistan, se tomará lista y el que haya faltado no tendrá derecho a presentar sus exámenes finales. ¿Entendido?"

 

 

Kamille

― ¿Qué se supone que debemos hacer? Ni siquiera tenemos un horario para los sábados―se quejó Maggie mientras observaba su casillero, sin poder decidir qué libros sacar.



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En el texto hay: juvenil, desamor, amor

Editado: 18.08.2022

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