Lucas estaba a punto de dormirse cuando la luz de su habitación se encendió de repente, cegándolo por un instante.
― ¿Lucas? ¿Estás despierto?
Era Alphonse. Lucas se echó la cobija sobre la cara, molesto por la interrupción. Le fastidiaba que lo molestaran mientras dormía.
―No.
―Lucas, despierta―le ordenó su padre, quitándole la cobija de un tirón.
― ¿Por qué me molestas a estas horas? ―reclamó el hijo del abogado, irguiéndose furioso.
Su molestia aumentó cuando miró su reloj y vio que eran las dos de la madrugada.
―Esto es importante. Tienes una llamada―comunicó el señor.
¿Quién rayos llamaba a esas horas? Lo primero que vino a la mente del chico fue que debía ser un lunático el que llamaba. O Randall.
―Si es Randall dile que me morí―resolvió echándose nuevamente a la cama y cerrando los ojos para volver a dormirse.
―Hijo, no es Randall. Es Kristin Wheeler.
Lucas
La sola mención de aquel nombre me hizo levantarme de un salto y arrebatarle el teléfono de las manos a mi padre. ¿Wheeler? ¿La madre de Kamille? ¿Por qué me llamaba? ¿Acaso mi padre le había hablado de mí?
―Buenas noches―contesté haciéndole una seña a mi padre para que saliera de la habitación.
Me puse tan erguido que me dolió la espalda.
―No seas grosero con ella―me susurró para luego retirarse y cerrar la puerta a su espalda.
Como si tuviera las agallas para ser grosero con la madre de Kamille.
― ¿Lucas?
―Sí, soy yo. Usted debe ser la madre de Kamille.
―Sí, escuché que eres amigo de mi hija. Pensé que no ibas a contestar―había cierto tomo en su voz que me inquietaba.
Ni siquiera me preocupé en aclarar que no éramos exactamente amigos.
―Disculpe la demora―me excusé sintiéndome realmente estúpido.
―Está bien, te llamo porque… ¿Estuviste con Kamille después del colegio?
―Pues sí, pero al salir tomamos caminos separados. ¿Por qué lo pregunta?
― ¿Sabes a dónde fue después?
―No exactamente. ¿Pasó algo? ― Ahora sí que empezaba a preocuparme.
― ¿Tienes alguna idea de dónde puede estar?
― ¿Cómo? ¿No está en su casa? A lo mejor está encerrada en su habitación―propuse.
No sabía qué más decirle. Esa chica tonta sí que sabía poner el mundo de cabeza. Hacía horas que habíamos tomado caminos separados.
―Estoy en su habitación, Lucas.
―La llamaré luego.
――*――
Lucas se dirigió a su coche a toda velocidad, aún en su ropa de dormir y pantuflas. Se odiaba a sí mismo por estar tan preocupado. No podía dejar de pensar en esa chica frágil y cuánto deseaba protegerla. Se le hacía un nudo en la mente con solo intentar imaginar qué podría haberle pasado.
― ¿Dónde vas vestido así? ―lo cuestionó Alphonse.
―No tardaré―se limitó a decir su hijo.
En cuanto el auto estuvo en marcha, al chico malo no le importaron las leyes. No había cruzado siquiera la primera intersección, pero ya había superado el límite de velocidad. Mientras recorría las calles como loco, mi mente divagaba en todos los momentos que había pasado con ella y todos los lugares donde podría estar. Así fue por un largo rato hasta que la respuesta surgió de alguna parte de mi subconsciente.
Aparcó el coche y se bajó rápidamente. Definitivamente había alguien en esa banca. Se dirigió allí lo más rápido que sus pies pudieron. Era ella. Exhaló de alivio al reconocerla. ¿Cómo demonios se había quedado dormida en este parque?
― ¿Kamille? ―la llamó arrodillándose junto a ella para mover su hombro ligeramente.
No hubo respuesta. Llevó instintivamente su mano a su frente solo para comprobar que no tenía fiebre. Esta chica… ¿Por qué no podía ser más cuidadosa? ¿Por qué le costaba tanto cuidar de sí misma? Verla así tan vulnerable hacía a Lucas sentir cosas que no podía explicar. Estaba preocupado, consternado; sentía unas ganas inmensas de guardarla en una cajita de cristal para que nadie nunca le hiciera daño. ¿Por qué se sentía así? ¿Por qué le importaba siquiera lo que le ocurriera a Kamille?
Justo en ese instante, Lucas Vayne entendió muchas cosas. Una de ellas, que él era una de las personas que más daño le estaba haciendo.
Tomó su pulso, solo para comprobar que era normal y enseguida la llevó cuidadosamente a su coche y se aseguró de dejarla sana y salva en su casa.
― ¿Puedo pedirle un favor? ―le dijo a Kristin, antes de retirarse.