Después de aquel ajetreado día, las cosas tomaron un nuevo giro inesperado. Comenzando con una confesión de su madre, Kristin, a la mañana siguiente.
―Kami, necesito hablar contigo―le dijo en cuanto la vio salir de su habitación, con su mochila colgada al hombro.
La chica titubeó por un segundo; no se sentía cómoda con estos repentinos intentos de conversación entre madre e hija.
―Tengo que ir a clases―replicó la chica sin detenerse. No sabía qué más podía decir para zafarse de la incómoda situación en la que se hallaba.
―Kamille, por favor―suplicó Kristin, evidentemente exhausta.
La chica de cabello oscuro intentó contenerse, pero lo cierto era que no le gustaba para nada ver a su madre de ese modo, tan devastada y frágil. Podía notarse que había perdido peso, grandes bolsas purpúreas sobresalían por debajo de sus ojos, su cabello lucía maltratado y ni hablar de la expresión en sí que delataban sus ojos color avellana. Se notaba lo mal que lo estaba pasando. Lo mal que lo había pasado desde el principio.
Kamille
¿Acaso había pasado algo malo? No entendía las repentinas ganas desesperadas de mi madre de hablar conmigo. Lo único que sabía ahora era que quería averiguarlo.
―De acuerdo―ccedí finalmente, sentándome inexpresiva en el sofá de la sala.
―Iré al grano. Kami, creo que es momento de decirle la verdad a Archie―su confesión me sorprendió con la guardia baja. ¿De qué se trataba todo esto? ¿Por qué ahora?
― ¡No puedes hacer eso! ―me sobresalté―. Tú sabes mejor que nadie lo mucho que le costó entrar a Harvard. No puedes arruinarlo ahora―argumenté en un intento desesperado por hacer que mamá entrara en razón.
―Cariño, Archie no abandonará Harvard...
―No entiendo por qué quieres arruinar la vida de mi hermano. ¿No te bastó con la mía? ―hablé sin pensar. Un segundo después ya me había arrepentido, pero ya no había nada que pudiera hacer al respecto.
―Lo lamento tanto. Te prometo que todo volverá a su sitio muy pronto―las palabras de mi madre hicieron que mis ojos se nublaran. ¿Qué tal si...?
― ¿Y qué tal si nada vuelve a su sitio? ―mis pensamientos se convirtieron instantáneamente en palabras.
Mamá no respondió. Simplemente se acercó a mí y me envolvió en sus brazos. Al principio me resistí, pero al final simplemente me dejé llevar. Lo cierto es que yo la echaba tanto de menos como ella a mí. Nadie tenía idea de la falta que me habían hecho los brazos de mi madre. Luego de eso se disculpó una vez tras otra, entre sollozos.
«Claro que te perdono, mami» Quise decirle, pero las palabras no salían de mi boca. Tan solo nos quedamos enlazadas en ese abrazo que prometía mucho en nuestra relación. Si nuestras vidas eran una historia interminable, en este instante lo que más deseaba era que este capítulo no terminara jamás.
――*――
Las clases para Lucas se estaban volviendo nada productivas. Y con mucha razón. No podía dejar de pensar en lo ocurrido con Kamille; aquel beso que despertó todos sus sentidos, hasta incluso desafiar su propia lógica y su incapacidad de amar.
Kami, por su parte, decidió que lo más coherente sería olvidar todo lo sucedido. ¿En qué había estado pensando siquiera? En el colegio, prefirió ni siquiera voltear a mirar a Lucas. Lo trataba como uno más del montón, como si el beso hubiera sido tan solo un sueño, como si él nunca le hubiera confesado sus sentimientos.
Debía ser realmente una cobarde para comportarse de esa manera, cuando aquel chico que era mil veces más cobarde en cuanto a ese aspecto, había sacado valor de donde no lo había para aceptar sus sentimientos. Sin embargo, estaba convencida de que alejarse del chico popular sería lo mejor para ambos.
Los siguientes días fueron para ella como verse a sí misma a través de una película, y ella era la única persona en el cine. Era como si su vida pasara delante de ella sin que ella pudiera hacer nada al respecto.
Su relación con su madre mejoraba lentamente. Lento pero seguro. Al menos estaba mejorando. El olor de sus características galletas de avena volvió a aparecer en su cocina, trayendo a su mente recuerdos hermosos que la hacían sonreír de vez en cuando.
Lucas
Durante los últimos días, hubo cuatro cosas que ni los videojuegos, ni Randall, ni los partidos de fútbol pudieron quitarme de la cabeza. Mi mente estaba hecha un caos. En cualquier momento iba a acabar en un manicomio.
Primero estaba el asunto de Lasey y su embarazo. No sabía qué hacer con respecto a eso, en gran parte porque se suponía que yo no sabía absolutamente nada de eso. Por otra parte, no sabía si sería mejor decírselo a Kamille o no. De todas maneras, Lasey tarde o temprano intentaría volver a comunicarse con ella para darle la noticia, ¿o no? ¿Qué más daba si se lo decía yo antes? Así estaría mejor preparada psicológicamente, ¿o no? Me sentía atado de pies y manos, y eso me volvía loco.