Cien días nos separan

Estrella 20: ¿Libertad?

Todo era muy confuso para Lucas. Se suponía que habían quedado en que Kamille no le creía, ¿o no? Sin embargo, al día siguiente había sido muy amable con él, e incluso le había dedicado una sonrisa tímida de vez en cuando.

Shay estaba demasiado preocupada por sus problemas con la naturaleza como para prestarle atención al asunto con Lucas, pero estaba claro que eso no podía quedarse así. No después de la humillación que la hizo pasar.

No obstante, lo que más sorprendió al chico no fue nada de eso, sino el viaje de regreso. Fue igual de largo que el de ida, e incluso se sentaron en los mismos asientos. La diferencia era que ya ninguno de los dos estaba preocupado por lo que pensarían los demás.

     ―De vuelta a la realidad, ¿eh? ― Kami fue la primera en hablar en cuanto el autobús se puso en marcha.

     ―Nada es más real que esto―replicó Lucas sonriente―. Y lo más importante es que crees en mí.

     ―No me hagas arrepentirme, Vayne―le advirtió la chica de cabello oscuro, medio en broma y medio en serio.

     ― ¿Recuerdas lo que te dije en la clase de matemática?

     ― ¿Cuál de tantas cosas que has dicho? ―bufó ella.

Y es que de verdad eran muchas cosas las que le había dicho durante sus clases particulares.

     ―Cien días, ¿sigue en pie?

     ―Dímelo tú―se encogió de hombros.

     ―Yo te esperaría cien, doscientos o mil días si es necesario―confesó Lucas con tanta sinceridad que tenía la sensación de que cualquiera podría ver a través de él.

Cada palabra que salía de su boca era tan perfecta, que hacía que el corazón de su acompañante saltara. La artista sonrió al suelo, ruborizada.

     ―Las chicas me odiarán.

     ―Estarás tan concentrada en mí que no las notarás a ellas―presumió el chico con falsa arrogancia.

     ―Como tú digas, señorito presuntuoso―se burló la chica.

Y mientras ellos bromeaban acerca de todas las posibles consecuencias que tendrían en el colegio, muy cerca se desarrollaba una discusión bastante intensa.

     ―Ese tipo no me agrada―dijo Brandt con el ceño fruncido, teniendo cuidado de no alzar la voz.

     ―No seas así, Brandy. No puedes negar que se quieren―Maggie intentó suavizar su postura.

     ―Ese chico no es para ella.

     ―Ya sabes todo lo que hizo por ella. Si fuera malo para ella, yo tampoco lo permitiría.

     ―No puedes confiar en cualquier idiota que te hable con palabras bonitas, Margaret. ¿No recuerdas a Kane? ― Las palabras de su amigo le cayeron como un balde de ladrillos en la cabeza. Su expresión se volvió sombría. El tema de Kane era muy delicado para ella; detestaba que el irlandés lo sacara a colación tan a la ligera.

     ―No hables de cosas que ya pasaron.

     ―Solo digo la verdad―se defendió el chico de ojos verdes. Lo único que consiguió fue empeorar las cosas.

     ―Pues Kami y yo no somos iguales―señaló la chica con los ojos brillantes―. Ella no es tan estúpida como yo.

     ―Tú fuiste estúpida por no escucharme―Brandt continuó surcando en la herida, aunque no era su intención. Él tan solo quería demostrar que tenía la razón con respecto a Lucas. No esperaba herir a Maggie.

     ―De acuerdo, señor sabelotodo, ya entendí que soy estúpida―expuso ella con evidente rencor.

     ―Eso no fue lo que quise decir...

     ―Olvídalo. Ya lo dijiste―disparó la chica apartando la vista hacia la ventana. No quería seguir hablando con él.

     ―Anda Maggs, no te pongas dramática.

     ― ¿Dramática?

Definitivamente el irlandés había terminado de cavar su tumba. La indignación de su amiga creció hasta el punto que prefirió cambiarse de lugar, aunque el autobús estuviera en marcha.

 

 

Kamille

     ― ¡Kami! ― Apenas bajé del autobús, una voz desconocida y a la vez muy conocida me alertó.

No podía ser. Avancé torpemente hacia él, con los ojos nublados.

     ― ¿Kami? ―la voz de Lucas sonó a mi espalda, pero estaba demasiado aturdida para responder.

¿Acaso estaba alucinando? O mis ojos me estaban engañando o el mundo había dejado de girar de repente.

     ―Te he echado de menos―dijo abalanzándose sobre mí para rodearme con los brazos.

Tenía una gran sonrisa en su rostro que hacía que sus ojos mostraran pequeñas arruguitas a los costados. Por un segundo no supe cómo reaccionar, pero finalmente correspondí su abrazo con otro más fuerte. No había caído en cuenta de lo mucho que lo había echado de menos yo también. Enseguida fue como si se abriera un grifo de agua en mis ojos. No podía parar de llorar contra su pecho. Si él estaba aquí significaba que...

     ― ¿Qué haces aquí? ―dudé entre sollozos y risas.



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En el texto hay: juvenil, desamor, amor

Editado: 18.08.2022

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