Nada podía salir mal. Este día, el día del juicio del padre de Kamille, era necesario que todo saliera a la perfección. John Wheeler tenía que ser liberado y volver con su familia, con su hija que tanto lo necesitaba. Imaginarse las sonrisas de sus rostros al escuchar el veredicto lo hacían emocionarse. Y es que Lucas no había podido pensar en otra cosa durante todo el camino a casa.
¿Ya habría empezado el juicio? ¿Estaría yendo todo bien? ¿O ya habría terminado?
Cuando entró en su casa se encontró con la sala hecha un caos. Seguramente su padre había estado poniendo sus papeles en orden y por eso no tuvo tiempo de recoger el tiradero. Si era así, pues se alegraba mucho por ver ese tiradero.
El chico de ojos marrones se disponía a recoger los papeles y objetos regados en el suelo, cuando se dio cuenta que algo no cuadraba ahí. ¿Ese era...? No, no podía ser el maletín de su padre. Intentó convencerse de que seguramente había llevado otro maletín; sin embargo, sus pies lo llevaron apresuradamente hasta allí para comprobarlo.
En cuanto lo abrió se encontró con una sorpresa nada grata, acompañada del largo y sonoro timbre de un móvil que no era el suyo. Era el sonido del móvil de su padre. Pero entonces... ¿Dónde estaba él?
Kamille
Un pitido, dos pitidos... Los minutos pasaban y cada segundo me hacía desesperarme más. ¿Dónde se había metido ese hombre?
Un intento más. Un pitido, dos pitidos...
― ¿Hola? ―respondió una voz demasiado conocida. Una voz que definitivamente no era la que esperaba escuchar.
― ¿Lucas? ¿Por qué...? ―dejé la pregunta en el aire.
No sabía ni qué pregunta hacerle. ¿Acaso algo de esto tenía sentido? Lucas era un estudiante de secundaria, no había manera de que fuera un abogado, ¿o sí? No, claro que no. Mi mente estaba como aquel episodio de Bob Esponja en el que los mini Bobs de su cabeza no lograban recordar su nombre.
―Kami...―su voz sonó como una exhalación.
― ¿Me puedes explicar qué está pasando? ―exigí alzando la voz más de lo que pretendía.
En ese momento noté las miradas de mis padres y mi hermano que se dirigieron hacia mí. Respiré hondo.
―Hay algo que tengo que decirte. Pero necesito que te calmes y me respondas una pregunta primero.
―Estoy muy calmada―aseguré, a pesar de que mi voz delataba lo contrario―. Solo dilo.
―Estás en el juicio de tu papá, ¿verdad? ―me preguntó.
Su voz sonaba agitada y en el fondo se escuchaba el ruido de puertas al abrirse y cerrarse. Ahora, ¿Cómo demonios él sabía eso? Me tomó solo una milésima de segundo recordar aquella ocasión en la que él había sacado a colación el hecho de que mi padre estaba en prisión.
―No sé qué demonios está pasando ni que rayos tienes tú que ver en todo esto―dije con las palabras saliendo atropelladamente de mi boca. Él dijo algo que no pude entender porque estaba demasiado ocupada maldiciendo―. Pero sea quien sea el abogado de mi padre lo quiero en esta sala ahora mismo, ¿entendiste? ―la voz se me quebró en la última sílaba. Estaba realmente desesperada.
― ¿Puedes escucharme tan solo un segundo? ―Lucas alzó la voz a través del móvil, lo cual me hizo frenar las palabras que aún estaban formándose en mi garganta―. Mi padre es el abogado de tu papá. Está su celular aquí y su maletín, pero no sé dónde está él. Lo busqué por toda la casa y nada.
Tardé un instante en asimilar todo lo que acababa de decirme. ¿Y ahora qué?
――*――
Un silencio sepulcral se extendió entre ambos por un largo segundo. Ninguno de los dos sabía qué decir a continuación. No sabían cómo terminar aquella conversación sin ofenderse el uno al otro.
Lo cierto es que Kami solo podía pensar en su padre, en lo irresponsable que pensaba que era aquel abogado que resultó ser el padre de Lucas y en qué haría al respecto. ¿Acaso existía algo que pudiera hacer al respecto?
Por otro lado, el chico; aunque todo el día solo pudo pensar y desear la pronta libertad de John Wheeler, ahora era lo que menos le importaba. Lo que quería saber era dónde estaba su padre. ¿Le habría pasado algo?
Se dice que la imaginación es la peor enemiga de cualquier persona desesperada y sí que es verdad. No había pasado ni un minuto y ya Lucas se había planteado en su cabeza millones de situaciones ficticias en las cuales un par de hombres vestidos de negro irrumpían en su casa y se llevaban a Alphonse en contra de su voluntad.
―Lucas...―Kami fue la que habló. Él se limitó a soltar un pequeño gruñido solo para que ella supiera que seguía en la línea―. ¿Qué vamos a hacer? ―su voz se había convertido en un sollozo acompasado. Tuvo que alejarse un poco más para que su familia no la viera llorar.
El chico no supo qué decir, porque lo cierto es que él tampoco tenía idea de qué hacer.
Treinta minutos después, los Wheeler se dirigían de vuelta a casa.