― ¿Puedo saber qué está ocurriendo aquí?
Las manos de Shay bajaron lentamente; soltando el suéter de Kamille, al mismo tiempo que su expresión se tornaba completamente diferente.
―No pasa nada, prefecto Rulborn―dijo con una sonrisa tan natural que incluso la chica de ojos oscuros se lo hubiera creído si no la conociera bien―. Kami solo me estaba preguntando si tenía el suéter manchado.
―No tienes nada―sonrió Ginny esta vez, siguiéndole el juego de las chicas buenas.
― ¿Es cierto eso, Wheeler? ―dudó el hombre enarcando la ceja.
La artista se dio vuelta para encararlo, dispuesta a desmentir a esas dos bobas de una vez por todas. Sin embargo, algo la detuvo. El brazo de aquel chico desconocido alrededor de su cintura y algo filoso pinchando sus costillas a través del suéter. ¿Qué demonios...?
― ¿Es que no es obvio que aquí todos somos amigos? ―dijo aquel chico con voz gruesa. Parecía mayor que los demás, de seguro había reprobado un par de años.
―Sí, es cierto―se rindió Kamille.
El prefecto los miró por un instante, poco convencido, pero finalmente se alejó sin añadir nada más.
―Bien hecho, Todd―lo felicitó la rubia palmeándole la espalda. Él no se movió, ni sonrió tampoco. Estaba muy serio, aun pinchando el costado de la chica.
―Salgamos de aquí antes de que vuelva―sugirió Spencer.
Kamille
―Ya escuchaste―me dijo al oído el chico perturbador, a la vez que hundía medio milímetro de aquel objeto en mis costillas.
Una navaja, podía jurar que había visto el brillo de la hoja de una filosa navaja por el rabillo del ojo. No sabía exactamente cómo reaccionar, nunca me habían amenazado con un objeto de este tipo.
Me limité a caminar con ellos hacia la salida, con un brazo alrededor de mi cintura, una navaja pinchando mi costado y el brazo de la rubia tonta ahora colgado al mío; Spencer y Ginny iban detrás. No sabía qué demonios estaban planeando hacer, pero estaba pendiente de cada uno de sus movimientos; esperando un momento de distracción que pudiera aprovechar para escapar.
En ese instante divisé una cabeza castaña acercarse a grandes zancadas. Sin saber por qué, una oleada de alivio me inundó.
―Miren a quién tenemos aquí, el hér...―las palabras de Spencer fueron interrumpidas por un derechazo de Lucas que lo envió directo al suelo.
― ¡Lucas! ―Shay fue la que habló, horrorizada.
En medio de la distracción, soltó mi brazo. Todd, por su parte, dejó caer el brazo que me rodeaba, ocultando la navaja detrás de su cuerpo. De pronto una aterradora escena surgió detrás de mis párpados: la mirada desdeñosa con la que Todd esperaba a Lucas; éste último avanzando hacia él con determinación, Lucas siendo apuñalado, sangre por todas partes...
No tuve que pensarlo dos veces. Me abrí paso con agilidad entre ellos y tiré del brazo del chico de ojos marrones, echando a correr y arrastrándolo conmigo.
― ¿Qué haces? ―se quejó él.
«¡Salvándote la vida, idiota!» Quise decir, pero no tenía suficiente aire en mis pulmones para correr y hablar al mismo tiempo.
Me giré por una milésima de segundo solo para comprobar que los populares nos seguían a paso rápido, sin correr; seguramente para no despertar sospechas. Aunque esa milésima de segundo fue suficiente para que mi torpe interior despertara, haciéndome tropezar con una acera lo suficientemente áspera para dejar mi tobillo cubierto de arañazos rojos.
― ¿Estás bi...?
Me puse de pie de un salto antes de que pudiera terminar la frase siquiera, ignorando cualquier tipo de dolor. Fue entonces cuando mis ojos se encontraron con la puerta abierta de un autobús, que de repente me pareció la puerta hacia la salvación. Subí a toda prisa sin prestar atención a la ruta y Lucas me siguió. Una nueva oleada de alivio se extendió por mi cuerpo cuando la puerta se cerró y el vehículo empezó a andar. No había asientos libres, así que me abrí paso entre las pocas personas que había de pie, tan solo para alejarme de él. Lucas pareció entender mi intención porque esta vez no me siguió; sin embargo, pude notar su mirada sobre mí todo el tiempo.
Ni siquiera el grupo de guapas animadoras que divisé a la orilla de una intersección me ayudó a evadir su mirada. Se sentía como si fuera la única persona que él pudiera ver en este momento; y eso quizás me intimidaba un poco.
Lucas
No entendía por qué me había arrastrado aquí. Yo definitivamente no era de las personas que huyen de los problemas. De hecho, podría haber vencido a esos dos sin hacer gran esfuerzo. Sin presumir.
Kamille debía odiarme; no encontraba otra explicación coherente para el hecho de que quisiera alejarse de mí con tanta urgencia. Pero preferí darle su espacio, incluso luego de las dos paradas que vaciaron el pasillo entre nosotros.