Aquellos seis días de espera habían sido una tortura para él. Lucas había pasado todos los días y noches dándole vueltas al asunto, cuestionándose si acaso había sido demasiado impulsivo e imaginándose todos los posibles escenarios en los cuales Kamille podría rechazarlo. Ya ella lo había rechazado antes, sí, pero antes no era tan serio como ahora. Si enamorarse fuera como meterse al agua, ese chico sentía que se había metido en medio del océano sin posibilidades, ni voluntad para salir de allí. Estaba enamorado hasta los huesos.
La propuesta del chico no había podido llegar en un momento más perfecto que aquel en la azotea. Luego de que Kami finalmente lograra dejar atrás todos esos fantasmas del pasado que la acechaban. Ninguno de los dos estaba seguro de cuánto duró aquel abrazo, ni en qué momento Dustin había abandonado la escena, pero eso era lo menos importante.
―Una semana. Te responderé en una semana, luego del juicio de papá―había dicho la chica de cabello oscuro.
―Está bien, la pelota está de tu lado ahora―aceptó el menor de los Vayne.
Kamille
Con mi papá finalmente libre, Archie en casa, mi mamá sonriendo nuevamente y un chico tan maravilloso como Lucas junto a mí, de repente sentía que el mundo estaba de rodillas frente a mí, pidiéndome perdón por todo lo que me hizo sufrir. Se sentía como esos momentos luego de las tormentas, cuando las personas salían a disfrutar del aroma de la lluvia fresca.
―Creo que has sabido la respuesta desde el momento en que hiciste la pregunta―respondí sonriendo tímidamente, guardando cierta distancia a sabiendas de que mi familia me veía desde una corta distancia.
―Dilo por favor―suplicó con una sonrisa tan ancha que nunca jamás podría haberle dicho que no.
―Sí quiero ser tu novia―murmuré sintiendo mis mejillas enrojecer.
― ¿Qué dices? No escuché bien, creo que estoy un poco sordo―dijo Lucas a propósito, inclinándose hacia mí con una mirada repleta de intención.
― ¡Sí quiero ser tu novia! ―exclamé, olvidándome de todas las personas que quedaban en el pasillo de la corte.
Qué mas daba lo que pensara cualquier persona, estaba lista para echarme de cabeza al agua por ese chico. Y de un momento a otro, me encontraba flotando en el aire, en los brazos del chico de mi vida, que me daba vueltas repletas de felicidad. Me sentía como si fuera la dueña del mundo en ese instante.
Lo único que pudo romper aquel mágico campo magnético que nos rodeaba, fueron nuestros padres anunciando que era hora de irse. Mamá invitó a los Vayne a cenar en casa, pero ellos prefirieron respetar el reencuentro de los Wheeler y dejar aquella cena para otra ocasión. Así que nos despedimos y abandonamos el edificio por separado.
No podía dejar de abrazar a papá desde el asiento de atrás, mientras mamá conducía camino a casa. Lo había echado tanto de menos, que ahora sentía que si lo soltaba podría esfumarse en cualquier momento. Estaba más delgado que antes y una barba de varios días se extendía por su barbilla. Debió haberlo pasado mal estando en ese lugar por un delito que no cometió.
―Ya, Kami, vas a ahorcar a papá―me regañó Archie.
Lo único que me hizo soltarlo fue el sonido de mi móvil. Tenía que ser Lucas, sin duda.
―Te eché de menos―me dijo inmediatamente cuando descolgué.
―Tonto―murmuré soltando risitas nerviosas.
―Escucha, Kami, tengo que irme. Te hablo luego―cortó súbitamente, sin darme ninguna explicación, ni despedirse siquiera.
¿A qué venia eso? ¿Qué le habría pasado? Pensé en marcarle de regreso, pero en ese preciso instante, un nuevo mensaje llegó a mi buzón.
«Puedes seguir soñando con la felicidad, porque en la vida real nunca la vas a tener.» decía el mensaje. Claramente alguien se había ensañado conmigo y estaba usando esa manera tan infantil de fastidiarme. Pero no le iba a dar el gusto de meterse en mi cabeza, así que simplemente lo dejé pasar. Si la felicidad que tenía ahora mismo era falsa, entonces los elefantes de tres cabezas existían.
Estaba demasiado bien para dejarme derrumbar ahora por unos mediocres mensajes anónimos. Dustin había dejado de acosarme, Shay y su pandilla habían dejado de fastidiarme también; tan solo me miraban mal de vez en cuando. Lucas decía que seguro se habían dado cuenta que no debían meterse con él, pero yo no estaba tan segura. Pensaba que más bien era un tanto sospechoso que estuvieran tan calmados.
Lucas
¿Qué estaba haciendo Lasey ahí? Yo no le había dicho nada del juicio, ni del padre de Kamille. No había manera de que lo supiera.
―Hola, Luc―dijo sonriente.
Llevaba un vestido blanco, como esos que se llevan en los funerales. A diferencia de otras veces, esta vez estaba bien arreglada, e incluso pude notar que llevaba maquillaje. ¿Acaso se traía algo entre manos?
―Lasey, ¿Qué haces aquí? ―dudé, dejando una distancia prudente de un metro entre nosotros.