Cien días nos separan

Estrella 29: En la cima

Kamille

Cuando una persona está enamorada y decide estar junto a otra persona, es para estar más feliz, no para añadir una carga a su vida. Mis primeros días con Lucas fueron un tanto extraños para mí. Luego de muchos altibajos, se sentía bastante raro finalmente tener este tipo de estabilidad. Era como si todas las preocupaciones se hubieran esfumado; tanto las que tenía con respecto a nuestra relación, como también mis preocupaciones personales.

Desde ese primer día de novios, una oleada de inspiración me atacaba todas las mañanas como un nuevo reloj biológico que me ponía de pie todas las mañanas antes del amanecer. Una sensación mágica que me obligaba a ponerme el delantal, montar un lienzo en mi caballete y comenzar a pintar.

Llevar un diario mental de mi relación con Lucas Vayne era como escribir un cuento de hadas acerca de un amor imposible que se volvió posible y ahora parecía más sólido que nunca. No tenía palabras para describir todo lo que sentía estando cerca de ese chico. Me ponía ansiosa y a la vez me daba un sentimiento de tranquilidad absoluta. Hacía que mi corazón se saltara un latido cada vez que pronunciaba mi nombre. Tenía la sensación de que estando con él podía ser yo misma sin reservas, que podía decir lo que fuera sin temor a ser juzgada, que podía incluso conquistar el mundo.

Muchas veces dicen que es imposible que dos personas que no se conocen de mucho tiempo atrás se enamoren. Yo pienso que el amor no depende del tiempo que se conozcan, sino de cómo se sientan el uno con el otro. Amar es hacer clic, llenar un vacío que antes no sabías que tenías. Amar de verdad es no necesitar a una persona y aun así elegir estar con ella. Si empezara a enumerar todas las cosas que sentía por Lucas, quizás tendría que escribir un libro entero.

Nuestro tercer día de novios todavía traía cierta incomodidad entre nosotros. No estábamos del todo acostumbrados a ser una pareja. Por momentos parecíamos incluso un poco tontos. Sobre todo, mientras nos tomábamos una foto en el parque con el nuevo celular de mi novio. Al final nos habíamos dado por vencidos buscando en el jardín. De alguna manera hasta sentí que podría ser una jugada del destino a mi favor. No olvidaba que ese chico solía ser un donjuán en el pasado. Seguramente su móvil anterior estaba repleto de números de chicas. No tenía pruebas, pero tampoco dudas. Ese día recibí un nuevo mensaje anónimo mientras estaba en el colegio.

«Se acerca la hora de tu muerte.» Decía esta vez.

Quienquiera que fuera, se estaba pasando con sus bromas pesadas. Miré directamente a Shay, que se encontraba apoyada en los casilleros justo al otro lado del pasillo donde yo estaba. Sostuve la mirada por casi un minuto, esperando que tuviera algún tipo de reacción, pero no ocurrió nada. Simplemente pasó de mí y siguió conversando animadamente con Todd y Ginny. Si no era ella, ni sus seguidores, entonces no tenía idea de quién podía ser. ¿Quién podría odiarme así? Mi mente sacó el rostro de Lasey a flote. Imposible. A pesar de todo lo que había pasado entre nosotras, una vez habíamos sido amigas y la última vez que supe de ella parecía estar arrepentida. Ella no sería capaz de seguir apareciéndose en mi vida solo para molestarme. Mucho menos usando estúpidos mensajes anónimos. De todos modos, tampoco era su estilo. Ella solía ser muy directa, no andaba con rodeos cuando se proponía algo.

El siguiente mensaje llegó durante el quinto día de novios. Era sábado, así que Lucas me invitó a nuestra primera cita oficial. Siempre había alucinado al ver cómo las parejas tenían citas increíbles en los parques de diversiones, y justamente ahí fue donde me llevó el chico de mis sueños. Me había recogido a las cinco de la tarde en su coche, asegurando que los parques de diversiones eran mucho más divertidos de noche. Y no se había equivocado para nada. Subimos a tantas atracciones que perdí la cuenta y nos divertimos tanto que perdí la noción del tiempo. El momento cúspide de la noche fue cuando subimos a la cima de la rueda de la fortuna.

     ― ¿Sabes qué significado tiene la rueda de la fortuna? ―inquirió rodeándome con su brazo.

     ―A ver, dime tú, señor cerebrito―me burlé.

     ―Se supone que tú eres la chica lista―refutó tocando la punta de mi nariz con su dedo índice. Me hacía estremecer con cada pequeño detalle.

     ―Ya pues, la chica lista no sabe―me rendí con una risita.

     ―Una rueda de la fortuna representa la vida que siempre gira hacia una misma dirección, mostrándonos que no se puede retroceder; la causa y el efecto; que todo lo que hagamos ya sea bueno o malo, tendrá una consecuencia―detalló con tal profesionalismo que me hacía derretirme.

Me incliné hacia él con intención.

     ― ¿Y si hago esto, cuál es la consecuencia? ―tenté.

     ―Puede que te ame toda mi vida―reconoció.

Entonces se inclinó hacia mí y me besó. Y en ese preciso instante fue cuando llegó el mensaje.

«Bésalo mientras puedas, no durará para siempre.» Decía.

¿Cómo demonios podía esa persona saber lo que estábamos haciendo en este preciso instante? Traté de no parecer preocupada, pero no funcionó tan bien. Miré alrededor, buscando cualquier cosa o persona sospechosa, pero no había nada ni nadie fuera de lo común que llamara mi atención.



#2173 en Novela contemporánea
#16031 en Novela romántica

En el texto hay: juvenil, desamor, amor

Editado: 18.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.