Quién diría que setecientos días después, a miles de kilómetros de distancia del lugar donde todo había comenzado, la historia de estos dos volvería a enredarse. Y aquel encuentro había resultado ser muy distinto a los de las películas, en los cuales el protagonista viajaba miles de kilómetros de distancia tan solo para conseguir, aunque sea, un vistazo furtivo de su persona amada en medio de la multitud. El reencuentro de Lucas y Kamille había sido tan breve, tan frío, tan distante. Tal vez ni siquiera pudiese considerarse un reencuentro; ya que a pesar de haber estado uno frente al otro, cada uno parecía haber estado en una escena distinta, o incluso en universos paralelos.
― ¿Estás decepcionada? ―inquirió Terry acercándose sigilosamente al mostrador, al notar la expresión abatida de Kamille.
Su alma parecía haber abandonado su cuerpo y estar flotando por cualquier lugar menos ese. Así había estado todo el día suspirando, mientras registraba cada venta; y mirando al infinito silenciosamente cuando no había clientes.
―No esperaba que la siguiente vez que nos viéramos el uno al otro sería así―reconoció―. Él incluso estaba con otras chicas, bueno claro, se trataba de sus compañeras de investigación creo; pero Terry, si hubieses visto cómo me miraba… como si yo no hubiese significado absolutamente nada en su vida, como si lo nuestro no hubiese tenido ningún valor.
―No dejes que ese chico estúpido se meta en tu cabeza. Si quiere ignorarte, es una pérdida para él, no para ti. No le des el gusto de verte caer―sentenció el hombre.
Cada vez que la chica de cabello oscuro lo escuchaba hablar, entendía mejor el significado de la sabiduría a través de experiencias propias. Era bastante reconfortante para ella tener a un jefe como Terry.
―Creo que muy en el fondo, cuando salí pitando del laboratorio, tenía esperanza de que él viniera detrás de mí. Como la última vez…
Kamille
Mi mente voló instintivamente hacia la horrible noche estrellada de la gala benéfica. Y una vez más me sentí estúpida. ¿Y qué si venía detrás de mí? ¿Qué le iba a decir? Lo había tenido justo delante de mí, y no había tenido las agallas de decir ni una sola palabra.
En medio de mi crisis existencial y la conversación con Terry, el tiempo se nos fue como una exhalación; y no importó cuánto corrí, cuánto recé, ni cuánto supliqué al universo. Cuando llegué al campus, Roy simplemente se encogió de hombros mientras me abría el portón principal. Ni siquiera me molesté en presentarme frente a Chloé. Sabía de sobra que no me dejaría entrar con ninguna excusa, así que me fui directamente a la banca que quedaba a unos cuantos metros del dormitorio de chicas.
Me recosté allí, usando mi mochila de almohada y miré las estrellas, mientras marcaba el número de Clara y me esforzaba por ignorar la brisa fría chocando contra mi rostro.
―Kami, ¿dónde estás? ―habló atropelladamente al contestar.
―Llegué tarde otra vez―respondí rodando los ojos involuntariamente―. Solo llamaba para avisarte y que no te preocuparas.
―Debes dejar de distraerte en el camino―me regañó.
Ella era como la hermana mayor que nunca tuve. Se sentía bien saber que había personas cuidando de mí, aunque a veces también me resultaba un tanto incómodo. No me gustaba que se preocupasen por mí.
―De acuerdo, me distraeré menos la próxima vez―cedí, sin decir más.
No estaba de humor para hablar acerca del extraño suceso matutino con mi exnovio.
―Está bien. Ten cuidado y trata de descansar―concluyó―. Buenas noches.
―Hasta mañana―me despedí y colgué.
Aproveché el momento para leer los mensajes de Maggie y Brandt que había estado ignorando todo el día a propósito.
« ¿Estás bien?» Había escrito mi amiga a las dos de la tarde.
«Me encontré con Lucas esta mañana, ¿qué pasó entre ustedes?» Decía el mensaje del irlandés.
No respondí, porque realmente no tenía idea de qué decir. ¿Estaba bien? No estaba segura siquiera de cómo me sentía en ese momento. Mi mente era un caos. ¿Había pasado algo entre nosotros? Ya ni estaba segura si ese encuentro había sido real o un simple producto de mi imaginación.
Estaba herida, por supuesto, porque en algún lugar oculto dentro de mi subconsciente, yo lo había estado esperando. Él había prometido volver por mí, en su última carta.
No estaba segura si alguna vez podría perdonarlo por romper mi corazón; sin embargo, todos los días de la primavera de dos años atrás, yo lo había esperado. El día de mi graduación había esperado que el apareciera por las puertas dobles del auditorio. Cuando me saqué el carné de conducir, había esperado que él apareciera frente a mí, haciendo chistes sobre mi torpe forma de estacionarme. El día que abordé el tren a Vancouver, camino a la universidad, fue la última vez que lo esperé. Ese día miré a mi espalda por última vez, con mi última esperanza viva de encontrar aquellos ojos marrones. Y en ese instante, dejé atrás a mi familia, mi hogar…y decidí dejar atrás a Lucas Vayne también.
Suspiré por millonésima vez, apretando el móvil contra mi pecho, resistiendo las ganas de mirar una vez más aquel video de apenas veinte segundos. Era irónico cómo había él aparecido justamente ese día, esa fecha precisamente.