Había algo que Lucas no lograba terminar de entender, algo que no parecía tener sentido. Si Kamille estaba saliendo con alguien más, ¿por qué le había dicho que era infeliz? ¿Por qué le había hecho todos esos reproches? ¿Y por qué había guardado durante tanto tiempo esa carta?
― ¿Qué es lo que quieres de mí, Lucas? ―exigió saber la chica.
Aunque lo cierto es que tampoco sabía exactamente qué era lo que ella misma quería. ¿Qué esperaba realmente cuando le dijo todas esas cosas delante de Susan? ¿Qué él olvidase todo y volviera a ella de rodillas? ¿Qué le pidiera perdón una vez más? ¿Y entonces qué?
―Quiero recordarte―confesó el chico de ojos marrones con sinceridad.
Sin embargo, Kami no tuvo oportunidad de preguntar a qué se refería, porque a la espalda de su ex novio acababa de aparecer la chica supermodelo. Sus ojos delineados como gato la miraban con desdén. Cada detalle del atuendo de Susan parecía hacerla sentir inferior. Desde su cabello perfectamente ondulado, su conjunto blanco de top escotado y pantalón palazzo, hasta sus tacones de aguja.
―Hola, Kamille, ¿verdad? ―dijo con la sonrisa más falsa que podía existir en el universo―. ¿Cómo está tu mano?
Una punzada de ira atravesó a la chica de cabello oscuro, haciéndola apretar el puño. Y se odiaba a sí misma por sentirse tan ordinaria comparada con esa chica. De alguna manera, se sentía como si fuese un trapo que había sido botado en la caja de caridad, para ser reemplazado por una prenda carísima de diseñador.
Kamille
Esa mirada depredadora me advertía a gritos mudos que me alejara de su novio, o tendría que atenerme a las consecuencias. Apreté una vez más mi mano herida ante ese pensamiento. Aunque, en ese instante, era otra cosa la que perturbaba mi mente.
Ella no está aquí, había dicho Lucas. Claro. ¿Por qué se molestaría siquiera en darme alguna explicación? Yo no era nadie, al fin y al cabo. Traté de buscar alguna respuesta en su cara, pero él solo seguía mirándome sin moverse ni un milímetro.
―Hola―respondí ignorando su pregunta acerca de mi mano.
Era obvio que lo estaba haciendo a propósito, recordándome de lo que era capaz. Recordándome que yo no podía ganar contra ella. Y ese había sido solo el principio de todo.
― ¡Hey, Susan! ―exclamó Prudence, dando saltitos para envolverla en sus brazos y luego depositar dos besos en sus mejillas.
No pude esconder mi expresión atónita. ¿De dónde conocía ella a Prue? ¿Y cómo era que yo no me había enterado? Se veían tan amigables la una con la otra, que por un momento me sentí excluida.
― ¿Ustedes se conocen? ―sentí la necesidad de preguntar lo obvio.
―Fuimos compañeras durante el último año de secundaria―confirmó Prue sonriendo ampliamente hacia la chica que sostenía su mano afectuosamente.
Ya no estaba segura si me estaba hablando a mí o a ella.
―Me sorprendí mucho cuando me enteré que Prue estaba en el Saint Renning―intervino Susan, mirándola a ella.
Quise decirle que nadie le había preguntado, pero me mordí la lengua.
―Yo también me sorprendí cuando supe que tú eras una de las alumnas nuevas de Bell―admitió Prudence.
― ¿Conoces a Lucas? ―añadió la supermodelo, colgándose del brazo de él.
Él pareció reaccionar ante la mención de su nombre. Y ahora ya no me miraba. Oficialmente me había vuelto invisible, incluso para esa persona que supuestamente me había querido antes.
―Hola―respondió mi amiga alzando la palma de la mano―. Soy Prudence.
Era como si todos ellos estuvieran en perfecta sintonía, en una burbuja perfecta donde una era la amiga perfecta conociendo al novio perfecto de la otra amiga perfecta. Una burbuja donde parecía que lo único que no encajaba era yo.
No tenía caso seguir ahí parada como una tonta, así que me di la vuelta para marcharme. No obstante, una vez más la voz de ese chico llegando a mis oídos me hizo traicionarme.
―Así que ese es tu nombre―señaló rascándose la nuca.
Así como me había dicho a mí una vez en el pasado. La primera vez que llamó mi nombre en voz alta y nuestros ojos se encontraron. Esas eran las palabras exactas que me había dicho en aquella ocasión.
―Lucas y yo nos conocimos en el Douglas Tech Center―detalló Susan.
Un dato completamente innecesario y que probablemente a nadie le interesaba en lo más mínimo. Al menos a mí no me interesaba. Me sentía tan fuera de lugar en medio de esa conversación de tres, que una sensación de profundo alivio me recorrió cuando divisé a Simon cruzando el umbral de la puerta trasera.
―Eh, chica sexy―dijo alzando la mano al acercarse.
Ladeé la cabeza con una pequeña sonrisa, al tiempo que recuperaba un poquito de la confianza que había tenido en mí misma unos minutos antes, cuando él me había dicho que me veía sexy esa noche. Sin embargo, una vez más mis esperanzas fueron pisoteadas y mi sonrisa se fue al traste. Simon ni siquiera me miraba; no parecía notar mi presencia en absoluto. Sus ojos estaban fijos en Susan, mientras tomaba su mano y besaba el dorso de sus dedos.