Una vez más, el irlandés huyó de sus propios sentimientos, como lo había estado haciendo desde que estaba en el colegio; desde el noveno grado cuando una chica nueva llamada Margaret le había preguntado por primera vez si podía sentarse con él en la clase de Biología porque no conocía a nadie.
Esta vez no había soltado ninguna excusa, ni se había echado a reír a carcajadas de lo absurda que era la pregunta. Esta vez simplemente se había puesto de pie y se había marchado con paso firme de regreso a su habitación, donde nadie le haría preguntas que no se atrevía siquiera a responderse a sí mismo.
Kamille
Una vez más me quedé sola con mis pensamientos, luego de que mi amigo me dejara plantada. No era necesario que me respondiera la pregunta, porque con solo ver sus ojos ya tenía la respuesta. A Brandt le gustaba Maggie y a Maggie le gustaba Brandt, solo que ninguno de los dos se atrevía a admitirlo delante del otro o a hacer algo al respecto.
No pude evitar reírme de la situación. Me moría de ganas de hacer algo al respecto, pero tampoco quería entrometerme demasiado. Al fin y al cabo, los malos entendidos solo pueden resolverse entre las personas involucradas.
Ya que tenía tiempo libre ahora, decidí dar un paso adelante y afrontar cada uno de mis miedos uno por uno. Me dirigí de regreso a mi habitación, esta vez más decidida que la vez anterior. Saqué mi caballete de dibujo y lo eché dentro de mi mochila grande, la que usaba para mis utensilios de pintura.
― ¿Vas a pintar? ―me preguntó Clara.
Yo solo asentí con una sonrisa en mi rostro y me marché de regreso al patio de recreación. A esta hora no había nadie ahí. Ya había comenzado a anochecer, por lo que elegí un sitio bajo una farola. Me senté sobre la hierba y me tomé mi tiempo para acomodar cada uno de mis utensilios.
Una vez que estuvo todo listo y tuve el lienzo en blanco delante de mí, empapé el pincel en pintura azul y lo alcé hacia él. Mis dedos se congelaron durante un instante, mientras un torrente de emociones chocaba contra mi mente, como gotas de lluvia chocando contra un parabrisas.
Recordé la sensación de romántica empedernida que había tenido la primera vez que Dustin me llamó artista. Luego pensé en las horas infinitas que me había dedicado a hacer dibujos sin sentido, mientras me recordaba una y otra vez que no debía volver a confiar en nadie. Mi corazón se apretó con ese pensamiento. Y finalmente aterricé en Lucas. Pensé en las mañanas que había pintado mientras bostezaba, en cómo sonreía como estúpida mientras imaginaba que él sostenía mi mano al tiempo que el pincel se deslizaba dejando trazos en el papel.
Mi mano titubeó, no estaba segura si por los recuerdos o por el ardor de las quemaduras que seguían haciendo estragos en mi mano derecha. Y de pronto, mi último pensamiento se hizo realidad de golpe. Ahí estaban, justo frente a mis ojos, sus dedos envueltos alrededor de mi mano. Solo que no era su mano, y tampoco se trataba de Lucas Vayne.
―Simon―dije sin poder ocultar la decepción de mi voz.
Él sonrió y retiró el pincel de mi mano para dejarlo en el recipiente que había llenado de agua.
―Hola―respondió él sentándose junto a mí.
―Hola―repetí sin mirarlo―. ¿Cómo supiste que estaba aquí?
―Me lo dijo Clara.
― ¿Necesitas algo en particular? ―intenté esquivar el tema del que él seguramente había venido a hablar.
¿Cómo podía mirarlo a la cara cuando él había tenido que arrastrarme escaleras arriba la noche anterior? Me sentía avergonzada con el solo hecho de estar en el mismo sitio que él.
―Lamento lo de anoche―dijo―. Nadie sabe de dónde salió ese chico, ni siquiera está en esta universidad.
―Tú... ¿Le dijiste a alguien acerca de eso? ―inquirí abrazando mis rodillas contra mi pecho.
―Tranquila, no dije ni pienso decir nada. Pero, ¿qué fue lo que pasó exactamente?
Aparté la cara, luchando contra mil emociones que se arremolinaban en mi interior.
―Ni siquiera puedo mirarte a la cara, Simon. Rompí la ley universal más importante al aceptar bebidas de un desconocido. Y ese desconocido estuvo a punto de…―mi voz se quebró.
―Pero no lo hizo, y yo no hubiera permitido que lo hiciera.
Volteé a mirarlo, con la repentina necesidad de comprobar si ese chico era el mismo que la noche anterior había pasado completamente de mí cuando Susan estuvo alrededor. Era la primera vez que veía este lado de Simon y de repente me sentí agradecida de que él hubiera sido quien me salvó.
―Gracias―dije con una sonrisa débil fue la única sonrisa que fui capaz de esbozar.
―A propósito―ya decía yo que no habían acabado las preguntas aún―. Ese tal Lucas, el novio de Susan, ¿de dónde lo conoces? Estaba como un loco, y no paraba de amenazarme y mirarme como si yo fuera un violador o un asesino.
―Él fue mi novio en la secundaria―confesé con un suspiro, reacia a usar el término “ex novio”.
―De acuerdo, ahora todo tiene sentido―dijo asintiendo―. Con razón él parecía tan preocupado. Incluso cuando me dijo que no le dijera a nadie de lo sucedido, él parecía estar amenazándome.