"El tarro desaparecido"..
Después del segundo papel, decidió bajar el tarro al piso para seguir leyendo… pero cuando estiró la mano para tomarlo, ya no estaba.
—No. No, no, no. ¿Qué…? ¡Si lo dejé justo aquí!
Revisó el suelo, el estante, la caja que siempre se tropezaba. Nada.
Hasta metió la cabeza dentro de una caja enorme donde tenía adornos de Navidad, por si acaso el tarro había desarrollado habilidades de fuga.
Nada.
—¿En serio desapareció? ¡Un tarro! Ni siquiera tiene patas —se quejó.
Se quedó quieta. Algo no encajaba desde el principio: la letra del papel, el mensaje de la etiqueta, las frases demasiado adultas para haber sido escritas por una niña.
Entonces la idea llegó, lenta pero firme.
Y la hizo sentarse.
¿Qué tal si ese tarro… no lo había hecho ella?
¿Qué tal si alguien más había escrito esos papeles?
¿Alguien que conocía sus heridas?
¿Alguien que sabía lo que Tamia olvidaba?
Una posibilidad se asomó, pero todavía no la dejó entrar.