"El tercer papel"..
Cuando estaba resignándose a no encontrar el tarro, lo vio.
No en el ático.
No en una caja.
Sino en el centro del pasillo, al bajar las escaleras.
—¿Yo lo dejé ahí? —preguntó, aunque sabía la respuesta.
Algo la hizo detenerse.
El tarro ahora tenía otro papel encima, como si alguien lo hubiera colocado así a propósito.
Lo tomó.
El papel decía:
“Mamá, esto no lo escribiste tú. Pero sí lo viviste.”
Tamia sintió que el aire se le escapaba.
La letra…
La letra no era suya.
Era la letra de su hija.
Esa hija con la que casi no hablaba.
Esa hija que había crecido sintiendo cosas que Tamia nunca quiso admitir.
Esa hija que la amaba, pero también estaba rota por ella.
El papel seguía:
“No escribo esto para lastimarte, sino para que recuerdes quién fuiste… y también quién fui yo, mamá.”
Tamia se sentó en las escaleras, temblando.
El tarro no era una cápsula de recuerdos.
Era un mensaje.
Un puente.
Un reclamo suave y doloroso a la vez.
Y apenas iban tres papeles.