"La letra que reconocería en cualquier parte"..
Tamia dejó el papel en su regazo y lo miró como si fuera una prueba que necesitaba estudiar antes de un examen. No quería admitirlo… pero esa letra la conocía.
Había pasado años viendo esa misma letra en notas escolares, listas de compras improvisadas, y cartas del Día de las Madres que siempre empezaban con “No sé qué escribir, pero aquí va”.
La voz le tembló un poco.
—¿Qué estás haciendo, niña…? —susurró, aunque su hija ya no era una niña hacía mucho.
El pasillo se sentía silencioso, como si la casa estuviera esperando su reacción. Tamia respiró hondo.
Cinco segundos después, se tropezó con el primer escalón.
—Perfecto. Tremendo momento para hacer el ridículo —murmuró mientras recuperaba el equilibrio.
Guardó el tercer papel en su bolsillo y tomó el tarro con ambas manos.
Necesitaba saber cuántos papeles había ahí dentro… y si todos eran de su hija.
Cuando lo abrió, vio algo que le aceleró el corazón: cada papel tenía una fecha. Algunas muy antiguas. Otras… sorprendentemente recientes.
Papeles que su hija jamás le había entregado.
Papeles escritos para un futuro que Tamia no sabía que existía.
Y ahora, ese futuro había llegado.