“El papel que hablaba de ella… pero también de la hija”..
Este papel estaba escrito con presión fuerte, como cuando alguien trata de contener un sentimiento.
“Mamá, no crecí odiándote. Crecí esperando que un día me vieras de verdad.”
Tamia sintió que algo dentro de su pecho se rompía y se acomodaba al mismo tiempo.
Ella siempre había creído que había sido suficientemente buena. No perfecta, pero buena. Había trabajado, había dado comida, techo, educación. Había dado abrazos cuando sabía cómo.
Pero su hija…
Su hija había necesitado otras cosas que Tamia simplemente no supo dar.
El papel seguía:
“Sé que hiciste lo que pudiste con lo que tenías. Pero yo también hice lo que pude con lo que me faltó.”
Tamia bajó la mirada.
Quedó en silencio un largo rato.
Y fue ahí, en ese silencio, cuando la comprendió de verdad.