Ciencia, Amor y Otras Genéticas

Prefacio

La iglesia repleta de personas alegres y emocionadas, la prensa en primera fila para captar cada detalle de tan esperado momento.

Risas nerviosas, bromas discretas y corazones con sentimientos contradictorios.

Tristán miró la entrada fijamente, esperando a que su prometida entrara por la puerta de la iglesia, añorando finalmente hacerla su esposa.

—Te estás tirando la soga al cuello. —Vaden Newman, el mejor amigo del novio, se burló de él con poca discreción. —Es ahora o nunca. —Tristán miró a su amigo y negó.

—No seas gracioso. —Lo ignoró completamente al escuchar los acordes de la canción que le da la bienvenida a la novia.

Noelia Brighton entró junto a su padre mostrando una gran sonrisa. Toda la atención fue puesta en la preciosa novia caminando al altar.

Pronto los susurros de emoción iniciaron a llenar el lugar, la euforia pareció crecer y el orgullo de dos padres incrementó.

—Te confío a mi hija. —Marcos le sonrió a su yerno de toda la vida. —Les deseo felicidad a ambos y pronto quiero nietos. —La broma fue del agrado de todos, por lo que las risas no faltaron.

Tristán miró a su prometida a los ojos y a pesar de estar sonriendo con aparente felicidad, sus ojos se miraron tristes y desconsolados. El corazón de Tristán falló una serie de latidos al pensar las cosas y al recordar las palabras de su amigo.

—No eres feliz. —Susurró con una sonrisa triste. —¿Qué estamos haciendo, Noe? —El padre frunció el ceño junto a los invitados.

—¿Qué dices? —La mujer no dejó de sonreír a pesar de que ya no era más que una mueca nerviosa.

—¿Qué estamos haciendo? —Volvió a preguntarle mirando esos ojos azules como el cielo, esos ojos que lo enamoraron por primera vez cuando apenas era un crío de dieciséis años. —Ya no me amas, por lo menos no como pareja. —Acarició la mejilla de la mujer y negó ante su confusión.

—Tristán, todos nos están escuchando. —Susurró nerviosa, los periodistas están al frente fotografiando y grabando todo.

—Te amo. —Confesó como tantas veces lo ha hecho. —Y no voy a destruir tu vida solo por eso. —Vaden se sintió orgulloso de su amigo. —No puedo casarme contigo. —Dijo esta vez más alto, el lugar prontamente se inundó de jadeos de sorpresa y cuchicheos desconcertados.

—Tristán, ¿Qué estás haciendo? —Lo miró incrédula.

—Estoy haciendo lo correcto para que seas feliz. —Mirando entre los invitados, posó la mirada en la persona que buscaba. —Nos amamos como amigos y eso nadie lo puede negar, pero creo que nuestra historia como pareja terminó hace dos años. —Al señalar al responsable, el corazón de Noelia se detuvo. Ahí está Julián, el hombre del que está enamorada perdidamente y con quien ha mantenido una relación secreta desde hace dos años.

—Tristán, por favor. —Le rogó al punto del colapso, ella no puede darle esa decepción a su padre.

—Tranquila, jamás te odiaría por tener el valor de buscar la felicidad. —Dándole un beso en los labios, se apartó de ella. —Él te hará completamente feliz, ve con él y no pienses en nada más. Sé feliz Noelia y, no dejes que nadie te haga sentir mal por ir tras eso que te hace feliz y te completa. —El hombre mezclado con los invitados, se puso en pie captando las miradas de sorpresa.

—Perdóname por haberte engañado. —Lo abrazó con fuerza. —Y gracias por esto, jamás dejaré de amarte. —Dándole un último beso, dejó caer el ramo de flores y corrió hacia Julián.

Bastian miró a su hijo con desconcierto y Marcos a la suya con perplejidad. ¿Qué estaba pasando? Es lo que todos en la iglesia, incluido el padre, se preguntaron al ver a la novia salir corriendo con otro hombre por las puertas de la iglesia con gran alegría.

Vaden le dio un apretón en el hombro a su amigo y demostró todo el apoyo.

—Has hecho lo correcto. —Le sonrió. —Hora de irnos. —Ambos salieron de la iglesia, dejando a los reporteros vueltos locos y a todo el mundo escandalizado por el show que han hecho en público.

***

Cómo todos los fines de semana, Vicky armó su plan para sacar a su amiga de fiesta. Mirándola sentada en el pequeño sofá, mordió sus labios maquinando todo lo que debe decir.

Tras llenarse de valor y tener la excusa perfecta para persuadirla, se levantó de su puesto y se sentó a su lado.

—¿Sabes? Deberíamos celebrar tu graduación. —Pandora no se molestó en mirarlo. —Vamos a ver, mariposa. —Hizo un resoplido que captó la atención de su amiga. —¿Cómo puedes negarme esta salida que he planeado con tanta ilusión?

—Vicky, ayer fuimos a la fiesta de mi graduación. —Lo miró con gesto cansado. —Ya no quiero estar donde hay tantas personas. —Haciendo un ruidoso gruñido, se puso en pie y cruzó los brazos.

—No puedo creer que me rechaces, hice un gran esfuerzo para llevarte al mejor club de calle Uruguay, pero está bien. —Optó por el chantaje —Mis horas extras de trabajo y el cansancio que me dejaron no me duele porque lo hice por ti. —Con un gesto de tristeza se marchó a la cocina.

Pandora frunció el ceño a medida que lo sigue con la mirada e inmediatamente se sintió mal. Vicky siempre trata de hacerla feliz y ella se niega completamente a ese tipo de felicidad.

—Valeeee, iré con ustedes, pero desde ya lo digo. —Se puso en pie. —No quiero ligar, no quiero emborracharme y tampoco hacer amigos. —Víctor borró la sonrisa al verla entrar a la cocina. —¿Entendido? —Sin poder contener la emoción, inició a chillar como un loco.

—Todo lo que tú quieras, mariposa, pero prométeme que te pondrás lo que compré para ti. —Complacida por la felicidad de su amigo, asintió aun sabiendo que esa vestimenta le traerá más de un problema. —¡Perfecto! Vamos, debemos alistarnos para unirnos a Glenda. —Pandora carcajeó al verse arrastrada prácticamente por su amigo.

Piel ni blanca ni morena, cabello ni liso ni rizado, estatura ni alta ni baja, cuerpo llamativo y físico tan normal como una persona promedio. Ojos medianos y oscuros.




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