Cigarro de Miel

Capítulo 1: Bar Alas Rotas

Arisha Cervantes.

Se escucha el ruido de conversaciones, de risas, de algunos vasos chocar, de una melodía suave. Y aunque desde mi camerino se oye más suave, en unos minutos sonará tan fuerte que volverá el dolor de cabeza.

-Arisha - me llamó uno de los encargados - en unos minutos subes tú - asentí.

Estaba agotada y estaba harta de trabajar de noche en un lugar de mala muerte. Y más harta estaba del sueldo, que no alcanzaba para nada.

Pero esto era mejor que trabajar en las habitaciones rojas, mil veces mejor.

Había nacido con "una ventaja", una voz privilegiada, lo suficientemente buena para vivir de ella, para volverme una estrella.

Una mentira a una niña. Sólo fue eso.

El sueño luego se volvió una maldición. Una marea incontrolable que me golpeó en el rostro.

-¡Arisha! - gritó Eduardo, el encargado.

Me levanté de la silla de madera que me habían entregado, estaba rota. Acomodé mis guantes rojos de terciopelo que combinaban con el vestido negro con una abertura en la pierna y las perlas blancas. Caminé con esa seguridad falsa fuera del camerino a la vista paciencia de Eduardo, que me miraba molesto. Había demorado cinco minutos más de lo establecido y él llevaba la cuenta exacta de los segundos.

-¿Cuál vas a cantar hoy? - preguntó.

-Mad About You - respondí de mala gana.

-Escúchame mierda - me señaló - trátame bien.

-Me duele la cabeza - me excusé.

-Me importa una mierda, ahora sube y hace tu trabajo.

Obedecí y caminé con aquel dolor palpitando. Cuando subí al escenario las personas aplaudían por cortesía. Algunos que otros lo hacían por devoción a mi, "El ángel de las alas rotas".

-Muy buenas noches queridos clientes del Bar Alas Rotas, es un agrado tenerlos aquí presentes en esta cálida noche- dije suave con una pizca de coquetería - hoy vamos a interpretar la hermosa canción 'Mad About You', espero que les guste.

Miré a la banda que está preparada a mi orden.

Comienza tocando el bajo junto a la batería, luego le sigue la guitarra eléctrica y por último el violín. Todo armonizado para mi entrada.

Loca Por Ti

Siente el ambiente

Siente el terror

Siente el dolor

Me está volviendo loco

No puedo fingir.

Las personas miran al escenario hipnotizados por mi voz, por la melodía que incita al terror.

Pero al final no soy tan malo

¿Puede alguien decirme si está mal estar tan enajenado por ti?

Enajenado por ti

Loco

¿Eres el vino sospechoso que me dará dolor de cabeza en la mañana?

O simplemente una mina de tierra azul oscuro

¿Esto explotará sin una advertencia decente?

Dame todo tu verdadero odio y lo traduciré en nuestra cama.

Como todas las noches contemplé la mirada de las personas sentadas en las mesas del bar, mirándome como si no hubiera nadie más en esta tierra. Absortos en la melodía de turno, absortos en mi canto.

Terminó la canción y los aplausos de las personas no se hacen esperar, me encanta el sonido de los aplausos luego de una presentación.

Me moví a un lado del micrófono de pie y hago una pequeña reverencia, agradeciendo su atención, sus aplausos, sus miradas. Esas que me alimentan durante el día.

Luego de cantar esa canción, vienen otras y en ningún momento ese dolor deja mi cabeza, estoy harta de este ritmo de vida.

-Bien hecho Arisha - me dice una de las damas de compañía cuando salgo al pasillo que me dirige al camerino - como siempre una diosa, ojalá tener tu voz - dice haciendo un tierno puchero.

-Gracias Leyla, ¿Por casualidad tienes una pastilla para el dolor de cabeza?

-No, pero ¿Quieres que pregunte?

-No, gracias - respondí.

-Deberías dormir, ¿Terminó tu turno? - preguntó y yo asentí - Entonces nos vemos mañana.

-Nos vemos.

Me quité el vestido ajustado a mi piel, los zapatos rojos y el exceso de maquillaje, junto a la joyería. Todo prestado por el Bar y lo agradezco, porque con lo que me pagan no me alcanzaría para comprar mi propio vestuario, pero eso también significa que no puedo elegir.

Me despedí de mis compañeros de trabajo, quienes siempre han sido amables conmigo. A pesar de mantenerme siempre al margen de cualquier interacción social ellos siempre me han brindado una sonrisa, un gesto amable, sobre todo Leyla. Una chica de unos 20 años, pelirroja que trabaja en las habitaciones rojas desde los 17 años.

Caminé a mi casa a pasos lentos cargando una sola mochila en donde guardo mi maquillaje y cosas imprescindibles, como el gas pimienta.

El lugar donde está ubicado el bar es una zona de mala muerte en el centro de la ciudad, en donde la delincuencia es el pan de cada día y cualquier tipo de depredación. Por eso que al bar le va bien, aunque se maneja en la clandestinidad es conocido por todos en la zona. La existencia de las habitaciones rojas, el bajo precio y la presencia de un bello ángel que canta todas las noches, es suficiente para atraer mucho público.

No creo que tenga la belleza suficiente para los rumores, creo que la protagonista es mi voz, más cuando mi aspecto es bastante común para la población de mi país. Cabello negro y ojos café claro, una piel pálida por la falta de sol y un cuerpo delgado por la escasez de alimentos en mi refrigerador.

Llegué a mi pequeño departamento a las cinco de la mañana, todo está en silencio y es agradable más con este dolor incesante. Espero despertar sin este malestar.




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