Arisha Cervantes
El día estaba más caluroso que otros días.
Había despertado por aquel sol abrasador, a las 12 de la tarde justo. El sol estaba en su punto máximo y me hacía transpirar en exceso. Perdería líquidos si seguía así.
Eso era lo último que me faltaba.
Estábamos en pleno verano y la ola de calor era más que evidente. Llevaban una semana pronosticando este cambio climático. Si, estábamos en verano, ¿Pero 40 grados? Eso era mucho. Hoy seguro que se llenaría el bar con personas intentando pasar el calor con unas cervezas heladas.
Eso podría significar horas extras y últimamente estaba muy cansada, tampoco tenía muy buena salud y eso seguramente era lo que estaba afectando a mi habilidad vocal. Y eso podría significar un despido y aunque eso era poco probable, también podría significar que me transfirieran a una de las habitaciones rojas. Había muchos que deseaban una noche con "aquel bello ángel".
No estaba segura de lo que Nicolas haría si empeoraba como cantante, pero estaba segura que cualquier opción sería mala.
Tomé mis partituras - después de una merecida ducha - comencé a calentar mi voz con ejercicios que había aprendido en mi niñez en las pocas clases que había alcanzado a tomar.
No Puedo Dejar de Mirarte
Eres demasiado buena para ser real
No puedo dejar de mirarte
Eres como tocar el cielo
Quiero abrazarte tanto.
Canté y canté, repitiendo una y otra vez una canción ya conocida de jazz de los años 50. Una canción incluso famosa en la actualidad.
Durante toda la tarde bebí agua para pasar el calor y para engañar a mi estómago por la falta de alimento de este día. Y cuando llegó la hora de salir de la casa estaba realmente hambrienta.
El dolor de cabeza había vuelto y me sentía irritable.
Tomé un pantalón negro y me lo coloqué, cambiando el pantalón diminuto que dejaba ver parte de mi trasero que había usado en el día. Una polera corta que dejaba ver parte de mi espalda. Por mi usaría ese mismo short, pero en la noche tendría que caminar sola por el centro y eso sería peligroso.
Tomé mi mochila verde petróleo y caminé fuera de la casa directo al ensayo.
No me molestaba ensayar, de hecho me gustaba, pero odiaba el hecho que no me pagaran por esas horas que ocupaba de mi día libre.
No haría nada con esas horas libres, pero de todos modos, es mi tiempo y siempre dicen que el tiempo vale oro.
Caminé a pasos lentos, iba con tiempo.
Visualicé el paradero y habían varias personas en él. Algunos adultos y unos pocos niños. Algunos se giraron a verme en cuanto llegué, pero otros simplemente siguieron con su vista en la calle atentos a la venida de la micro.
Yo estaba tan absorta con la vista en la distancia, que no me di cuenta que un hombre se acercaba.
-Hola - dijo una voz ronca - Su micro pasó hace unos 5 minutos, espero que esta vez no vaya con tantas prisas.
Me giré para ver con claridad quién era el dueño de esa voz. Y ahí a espaldas mías estaba el hombre de la otra vez. Nuevamente vestido de negro, pero estaba vez llevaba una chaqueta de mezclilla oscura.
-¿Otra vez silencio? - él rio - Aquella vez no pude oírla bien, esta vez podría permitirme apreciar su voz señorita.
-¿Por qué me hablas? - él inhaló el contenido de el cigarro. Eso debe ser tóxico.
-¿Por qué no? - subió sus hombros con naturalidad.
Yo volví a mirar hacía la calle.
-Viene en 10 minutos, ya revisé - dijo como si nada.
-¿Perdón?
-Tu y esa palabra - rio y me dio escalofrío.
-¿Por qué hiciste eso? - pregunté muy interesada en su respuesta.
-La última vez estabas atrasada - fue lo único que dijo.
-Ya, ¿Y eso? - no estaba entendiendo nada.
-Bueno, tenía que saber cuánto tiempo tenía para conversar contigo.
Escuché una risa de una mujer a nuestro lado, la miré y tenía puesta su mirada en nosotros.
-Estás usando mi color favorito - me miró de pies a cabeza - te ves radiante.
Un sonrojo se puso en mis mejillas aunque quise evitarlo. No era por sus palabras - aunque habían influido - era por el tono que había ocupado, no era como el que usaba Vicente, era suave, delicado, a pesar de su voz áspera de tanto fumar.
-Qué lindo se te ve ese color - dijo y yo no sabía si se refería al negro o al rojo de mis mejillas.
Y eso me ponía muy nerviosa.
-Aún nos queda unos minutos - miró su reloj - Mientras tanto, me permitirías saber el nombre de esta bella señorita.
No era estúpida, podía entender las interacciones sociales, que no lo hiciera no era porque no podía, era porque no quería y podía notar su coqueteo nada disimulado.
-No.
-Auch - puso su mano en su pecho simulando dolor - eso dolió.
-Si, no me interesa.
Estaba harta, me dolía la cabeza y sólo quería silencio, pero el ruido de la ciudad, de su incesante parloteo me molestaba y no hacía más que incrementar mi dolor.
Solo quería que llegara la micro y me alejara de este hombre.
-No importa, algún día lo sabré, en eso confío.
-No se el tuyo, porque te diría el mío.
Él sonrió de lado y bajó su cuerpo para que su rostro estuviera al mismo nivel que el mío.
-Pequeña traviesa, así que tramposa eh - él jugó con el aro que estaba en su labio y me pareció demasiado atractivo - me llamó Aiden señorita, un placer conocerla - se levantó y tuve que volver a levantar mi mirada.
Aquel hombre estiró su mano para que yo la estrechara y dijera mi nombre, pero no le daría en el gusto.
Yo sólo volví mi mirada a la calle y lo dejé con la mano extendida.
En el fondo pude oír de nuevo la risa de aquella señora.
Aiden por la espalda me susurro al oído.
-Tarde o temprano sabré tu nombre señorita.