Cigarro de Miel

Capítulo 8: Ojos oscuros

Arisha Cervantes

De pie frente a la ferretería respiré profundo. Esto era una nueva oportunidad y no podía desaprovecharla, no cuando significaba tanto.

Abrí la puerta con calma, con una lentitud que me aplastaba.

—Permiso—dije con suavidad.

—Jovencita ¡Pasa, pasa!—dijo el hombre. Su voz cálida, como la de un abuelo. —Llegaste a tiempo.

—Corrí la última cuadra—me sincere.

—Entonces por eso vienes agitada.

—Si—reí con sinceridad —¿Qué debo hacer?

—Bueno, te haré un tour por el lugar y explicaré algunas cosas básicas, poco a poco irás aprendiendo. —me acercó un delantal. —Toma, para que no ensucies tu ropa.

—Gracias.

Coloqué el delantal color negro con algunas manchas que seguramente ya no salen con el lavado.

—Bien, te mostraré el lugar. Mientras aprendas estarás en caja con mi supervisión para que no haya errores. Hice una lista con los precios con lo más comprado —me mostró varias hojas con los nombres y valores —me ayudó mi nieto, es un amor, un día lo conocerás, de vez en cuando viene.

—Gracias por su amabilidad.

—De nada jovencita, siempre hay que extender la mano a quien lo necesita. Bien, sigamos.

§§§

El día había avanzando con calma.

La mañana fue más concurrida que la tarde. Muchos hombres se sorprendieron al ver una mujer trabajando en una ferretería, pude notarlo en sus expresiones, en sus susurros.

Durante la tarde Don Marco me había estado enseñando cada pieza con sus nombres y valores; se me había pasado volando el día.

Caminé a mi departamento haciendo memoria de cada pieza, de cada material. Debía aprender rápido.

Este trabajo significaba mi esperanza, una oportunidad de salir adelante, de tener una vida mejor, donde pudiera comer bien, donde pudiera darme algunos gustos.

Por eso debo conservar este trabajo cueste lo que cueste.

Miré la hora y estaba a tiempo para bañarme, cambiarme y llegar al paradero.

El día me había sonreído y estaba muy feliz, nada podría arruinarme el día.

Esto era una nueva oportunidad y yo iba a aprovecharla.

Caminé al paradero y ahí estaba él de nuevo, sentado en el respaldo del asiento del paradero mirando su celular.

—Bájate de ahí —dije al llegar.

—Arisha. —Él se bajó y caminó con prisa hacia mi.

—Por fin dices mi nombre.

Tuve que retroceder dos pasos de la impresión. No esperaba que se acercara tanto.

—¿Eso es malo? —preguntó preocupado.

—No — carraspee — es que siempre me llamas señorita.

—¿Prefieres así? — hizo una mala actuación de coqueteo.

—No dije eso —miré calle arriba —pero es inusual.

—Supongo. Viene en 10 minutos —avisó

—Bien.

—¿Cómo estás? — guardé silencio. —¿Arruiné el ambiente?

—No me gustan ese tipo de preguntas—respondí.

—Perdón.

Ambos quedamos en silencio.

—Hoy me llamaron la atención en el trabajo. —Quiso cambiar el tema.

—¿Y?

—¿Cómo qué "Y"? Hazte responsable, fue tu culpa.

No pude evitar emitir una diminuta sonrisa.

—¿Por qué sería mi culpa?

—Estaba pensando en ti, así que es tu culpa.

—Estás loco —sonreí un poco.

La verdad me daba gracia.

—Un poco, si.

—Y lo admites—respondí nuevamente.

Mi buen ánimo estaba soltando mi lengua.

—La locura es algo bueno, en su justa medida.

—Estoy seguro que lo tuyo no es una justa medida.

—Tendrás que descubrirlo.

—Prefiero no hacerlo.

—Vamos, soy una gran persona.

—Yo no.

—Para mi lo eres, eres...

—No sabes nada Aiden.

Él se quedó quieto con la mirada perdida, pero no pasaba desapercibido su brillo en los ojos.

—¿Estás bien? —pregunté agitando mi mano frente a sus ojos —Ah, viene la micro.

—Señorita —dijo con prisa —la veo mañana aquí, a la misma hora.

—Estás loco.

No entendía con que necesidad hacía todo esto.

La micro llegó al paradero y mientras subía giré su cuerpo y me dirigí a él.

—Te vas a arrepentir de esperar.

§§§

Maquillé mi rostro con cuidado, dándole mayor atención a mis ojeras. Cada vez estaban más marcadas.

Coloqué un labial rojo mate qué combina con el vestido rojo oscuro con encaje negro por encima; apretado hasta abajo de mis rodillas. Unos zapatos negros con suela roja de 20 centímetros.

El cabello lo tomé en una cola alta con un mechón suelto del lado derecho.

Esta vez no usaré mis clásicas perlas sino que usaré joyería negra.

Estaba lista para dar un espectáculo de primera, como siempre, a pesar de mi agotamiento.

Llevaba tanto tiempo subida en ese escenario, tanto tiempo caminando por el pasillo que me lleva a el, que caminé sin prestar mucha atención.

—¿Estás preparada? —preguntó León —hoy te vez de mejor ánimo.

—Supongo que sí.

No quería dar más información, no sabía quién podría estar escuchando y no es como si tuviera mucha confianza con él.

Él me sonrió con cariño como si pudiera leerme.

La banda subió al escenario y yo esperé detrás de cortina por el lado derecho del bar.

Después de una ronda de calentamiento el público estaba prendido y ansioso por mi participación.

—Hoy es otra noche más en el bar "Alas Rotas" y como siempre tendremos a nuestra artista estrella. Denle una calurosa bienvenida a nuestro ángel ¡Arisha!

Debería subir al escenario, pero algo me detiene en mi lugar.

—¿Qué te pasa mujer? ¡Sube ya! —me gritó Eduardo.

Pero estoy paralizada, siento una sensación abrumadora. Un escalofrío por todo el cuerpo.

Debería subir ya.

Pero me siento asustada, como nunca.

Pero el show debe continuar y guardando cualquier sensación negativa levanté mi cabeza y subí las escaleras con elegancia y sensualidad. Me planté en medio del escenario, tras el micrófono y di una respiración profunda.

—Bienvenidos a una nueva noche —hablé suave— donde podrán deleitarse con hermosas canciones, así que disfruten.




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