La cena en Le Baroque era una coreografía de perfección. Julián observaba a Elena a través de la luz de las velas; ella era el eje de su existencia, una mujer de una elegancia tierna que jamás alzaba la voz. En ese instante, el teléfono de Julián vibró: era una exnovia pidiendo volver a verlo. Julián sonrió con la tranquilidad del hombre íntegro y, bajo la atenta mirada de su esposa, bloqueó el número y depositó el celular en el bolso de ella. Elena sonrió, orgullosa de su "roble". Él era, en ese momento, el arquitecto de la lealtad.
Pero esa imagen de cristal se hizo añicos dos semanas después.
El escenario es el garaje de la mansión, en penumbra. Julián está encerrado en su coche, desbordado emocionalmente. Sus dedos tiemblan mientras borra frenéticamente fotos y videos de Valeria. Cada "Eliminar" es un grito de culpa. Julián llora porque no se reconoce; lo que hizo fue una excepción que ha infectado su integridad. La tortura mental de ocultarlo a la mujer que más ama lo está destruyendo.