Cimientos de Cristal

CAPÍTULO 1: Julián y Elena

La mañana se filtraba por los ventanales de la mansión de la calle Olmos con una precisión casi geométrica. Julián, impecable en su bata de lino azul marino, terminaba de preparar el desayuno. No era un acto mecánico; era un ritual de devoción. Cortaba la fruta en cubos exactos y medía la temperatura del café con la misma meticulosidad con la que supervisaba el fraguado del hormigón en sus obras.

Julián era el marido ideal. Arquitecto de renombre, poseía esa mezcla de autoridad creativa y sensibilidad que lo hacía destacar en cualquier salón. Pero en casa, su mejor diseño era su matrimonio. Era atento, participativo y tan detallista que Elena solía decir que él le leía el pensamiento antes de que ella misma terminara de formularlo.

Elena bajó las escaleras con esa ligereza que siempre hacía que Julián contuviera el aliento. Se veía frágil, como una estatuilla de porcelana que el mundo exterior podría romper si no se manejaba con cuidado. Su belleza era sutil, tierna, y sus ojos reflejaban un apoyo incondicional que había sido el cimiento de la carrera de Julián.

—Huele delicioso, amor —dijo Elena, sentándose a la barra de mármol. Julián depositó frente a ella una taza de café y una pequeña peonía blanca que había cortado del jardín.

—Para la mujer que hace que todo esto valga la pena —respondió él, besando su frente—. Estaba pensando en lo que hablamos anoche. He estado revisando los vuelos para las fiestas.

Elena suspiró levemente, revolviendo su café. —Es un dilema, ¿verdad? Mi madre cuenta con nosotros para la casa de campo, pero el crucero por las islas griegas que propusieron los Dupont suena... necesario. Estamos agotados, Julián.

—Lo sé, cielo. Pero si no vamos a lo de tu madre, se sentirá desplazada. Aunque, por otro lado, el crucero es una oportunidad excelente para cerrar lo de la constructora internacional. ¿Y sobre las vacaciones de verano? He preseleccionado tres villas en la Toscana. Todas con estudio privado para que puedas pintar.

—Eres tan detallista que me abrumas —sonrió ella con esa dulzura que a Julián a veces le pesaba como el plomo—. Pero también tenemos que decidir lo de la cena de mañana. ¿El restaurante japonés de la zona alta o el francés de siempre? Sabes que el japonés le encanta a tus socios.

Eran los problemas de una pareja moderna y exitosa: la logística del placer, la administración del estatus. Discutían sobre destinos de lujo y reservaciones exclusivas como quien discute el clima. Julián sentía que su vida era una maqueta perfecta, pero a veces, el aire dentro de esa maqueta se sentía escaso.

De pronto, el celular de Julián, colocado sobre un posavasos de cuero, vibró. El nombre de Ricardo apareció en la pantalla. —Es Ricardo —dijo Julián, atendiendo rápido—. ¿Qué pasa, socio?

—¡Julián! —la voz de Ricardo retumbó, vibrante y eufórica—. ¡Dime que estás sentado! La firma acaba de confirmar. ¡El proyecto de la Torre Zen es oficialmente nuestro! ¡Es el contrato de la década!

Julián sintió una chispa de adrenalina real atravesar su pecho. —Es... es una noticia increíble, Ricardo. Sabía que el diseño les ganaría.

—¡Increíble se queda corto! Y escucha, mi mujer y yo no vamos a dejar que esto pase como un día más. Esta noche, los espero en casa a cenar. Nada de restaurantes ruidosos. Una cena íntima, el mejor vino de mi cava y un brindis por este imperio que estamos construyendo. ¡Dile a Elena que no acepto un no por respuesta!

Julián miró a Elena, que lo observaba con curiosidad. —Ricardo nos invita a cenar a su casa esta noche —explicó Julián—. Para festejar lo de la Torre Zen. Dice que es una noche para nosotros cuatro.

Elena sonrió, esa sonrisa tierna que siempre calmaba las aguas. —Me parece perfecto, amor. Te has esforzado tanto en ese proyecto... Te mereces celebrar con tu mejor amigo. Yo me encargo de elegir un buen detalle para llevar.

—Hecho, Ricardo. Allí estaremos a las nueve —confirmó Julián.

Colgó el teléfono y miró a su esposa. Ella se veía tan delicada, tan perfecta bajo la luz de la mañana. Julián le devolvió la sonrisa, pero en el fondo de su mente, una pequeña voz le susurró que la estructura de su vida, tan blanca y tan limpia, estaba pidiendo a gritos una mancha.



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En el texto hay: culpa, traicion infidelidad, pareja perfecta

Editado: 29.12.2025

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