Cisne Negro

“No juegues con fuego”

La mirada de desaprobación en los ojos de Jasiek, en el Sr. Rashid su padre, y la burla evidente en los de Izan no paraban de pasar por su mente. Después de horas de discusión, se encontraba atada al asiento de cuero del lujoso automóvil de Izan, mientras él, impasible, ocupaba el asiento delantero. Evitaba mirarlo, concentrándose en los edificios a su alrededor. Esta situación no era lo que había planeado; tenía escrito cada faceta de ella y esta cláusula no estaba en ella, vivir con Izan menos y ahora, necesitaba hablar con Jasiek, temiendo que no pudiera perdonarle lo sucedido y que pensara lo peor de ella.

Piensa en todo lo que no pudo traer consigo, y sus ojos se llenan de lágrimas, sin embargo, decide no soltar ni una delante de Izan. 

Los dos hombres de cabellos largos que tenía frente, la ignoraban por completo. Mira al que parece Thor y sus manos se vuelven un puño, así que comienza a dar patadas a su asiento y también al de Izan. 

Su cabello rubio está alborotado y sus mejillas rojas, siente como sus brazos arden, agradece tener el vestido con mangas largas.

«Juraría que sentí que me tocó el trasero» pensó con indignación.

— Sigues y te ató de pies también, Alana — le gruñe.

—Izan, por favor, suéltame y déjame hacer una llamada —le rogó con voz entrecortada, sintiendo la mirada fría de Izan a través del espejo retrovisor—. Cuando lleguemos, tendrás derecho a una llamada, solo a una. 

Izan río con malicia.

—Eres un desgraciado, ¿lo sabías? Has arruinado mi vida. Todo estaba perfectamente planeado y ahora esto lo echa todo a perder —protestó golpeando  su asiento con frustración de nuevo —, mis vestidos, mis libros, copito…, y mis zapat… — sus lágrimas caen sin poder evitarlo —, ¡no es justo! ¿¡por qué regresaste!? ¿¡por qué!? 

La mano de Izan detiene su pierna y su contacto, suave y áspero de sus grandes manos, lanzan corrientes de electricidad a su cuerpo.

«Dios mío, ¿qué fue eso?», se cuestionó mentalmente, abrumada por la situación

— ¿Arruine tu vida? Ja, más bien te salvo del futuro que te espera. Grita, chilla, todo lo que desees, disfrutaré cada uno, y todo esto es por tu culpa, recuérdalo. Y tú, si has arruinado todos mis planes, todo y, no ando haciendo berrinches. 

Alana guardó silencio y haciendo muecas en su rostro, Izan la observaba detenidamente, consciente de que no caería en sus juegos infantiles.

Minutos después estaba montada en un avión privado, agradece que al menos la dejaran caminar. El vuelo parecía interminable para Alana se encontraba sentada justo al lado del otro, con expresiones de desagrado evidentes en su rostro, Alana mantenía sus brazos cruzados bajo su pecho. 

Habían compartido el mismo espacio durante horas, y la tensión entre ellos era palpable. Izan hojeaba una revista con desinterés, tratando de ignorar la presencia de Alana a su lado, había más asientos, claro que sí, era su avión privado, pero tenía la necesidad de molestarla y decidió estar justo a su lado. Su loción se impregnó dentro de la cabina y para él, era exquisito. Mientras tanto, ella miraba fijamente por la ventana, fingiendo estar completamente absorta en las nubes.

De repente, el avión atravesó una zona de turbulencia, sacudiendo la cabina y haciendo que Alana se agarrara del reposabrazos con fuerza, sin embargo, su mano aterrizó sobre la de Izan clavando sus uñas en su piel llena de tinta. Sus ojos viajaron a ver el contraste de ellas juntas y no entendía por qué su corazón golpeaba con esa intensidad, con Jasiek nunca fue de esa manera.  

Alana levanta la mirada y se encuentra con unos ojos verdes llenos de fuego que la observan con intensidad, sus labios rosados parecen invitar al deseo, mientras su barba sugiere caricias tentadoras. Incómoda ante la intensidad de la mirada, aparta rápidamente la vista.

—Te asustas con facilidad. Siempre fuiste una miedosa.

—¿Mira quién habla? El malcriado que le dicen bebé y pedía cuerito siendo un burro viejo —respondió, su tono lleno de desdén y una pizca de satisfacción por haberle devuelto el golpe.

Izan abre sus ojos como platos y mira a Pavel que está justo frente a ellos, este comienza a reír. Sin embargo, una mirada fulminante de Izan bastó para hacer callar a Pavel al instante.

Alana mantuvo su mirada firme, desafiante, mientras enfrentaba a Izan con sus palabras. 

—Eres consciente de que sé muchas cosas sobre ti. No juegues con fuego... —dijo en tono bajo, pero penetrante, dejando claro que no se dejaría.

El avión volvió a atravesar otra zona de turbulencia, sacudiendo la cabina con fuerza. La reacción de Izan no se hizo esperar: soltó un grito involuntario, buscando instintivamente un apoyo, y esta vez su mano terminó posándose en la pierna de Alana.

Alana, empieza a gritarle y aparta su mano.

—¡Eres un pervertido! ¡No vuelvas a tocarme jamás sin mi consentimiento! —le advirtió, con voz firme, su mirada, clavándose en la suya con determinación. 

«Suplicarás dentro de unos meses que te toque, princesa» Joder, Izan. Se reprende él mismo mentalmente.

Aunque su desagrado hacia él seguía siendo palpable, no pudo evitar sentir una chispa de triunfo al verlo desarmado por un momento. Sin esperar su respuesta, Alana se quitó el cinturón de seguridad y se levantó para dirigirse a otro asiento, dejando a Izan atrás. Antes de alejarse por completo, no pudo evitar agregar una última observación.

—Creo que no soy la única que se asusta con facilidad. Eres solo un muñequito de torta, Izan. Todo un farsante envuelto en capas falsas de chico malo.

Izan apretó sus puños con fuerza y tensó su mandíbula.

«Estás muy equivocada, Alana… Por algo, estoy donde estoy, y no por ser un muñequito de torta ni farsante» 

—Solo me tomó por sorpresa.

Izan apartó la mirada, sin querer seguir con la conversación. Un silencio incómodo llenó el espacio entre ellos, solo por el zumbido del avión mientras continuaban su trayecto hacia su destino.




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