Prólogo.

Nunca imaginé que un verano pudiera cambiarme tanto en solo veintiún días. Desde la muerte de mi padre, los días habían sido tranquilos, demasiado silenciosos, demasiado predecibles. Pero entonces él apareció, como cada año, y convirtió la rutina en risas inesperadas, miradas que me desarmaban y momentos que me hacían sentir extraña… pero viva.

Este verano descubrí que incluso lo más simple —una conversación, un juego, un gesto— puede alterar tu mundo por completo. Que alguien que conoces desde siempre puede hacer que cada segundo cuente, que el tiempo se acelere y que tu corazón olvide la calma a la que estaba acostumbrado.

Veintiún días. Eso es todo lo que tenemos para reír, discutir, pelear y tal vez… descubrir si lo que sentimos es más que amistad.