Citas, matches y desastres

Capítulo 4

Después del ex de mi amiga, juré revisar tres veces los perfiles antes de dar swipe. No quería más sorpresas. Pero lo que no vi venir fue que mi peor enemigo no sería un hombre… sino un emoji.

Conocí a Leo en la app. Ingeniero, fanático de los gatos y con una sonrisa que parecía patrocinada por Colgate. Llevábamos días chateando, todo fluyendo como si por fin el universo quisiera darme una tregua.

Hasta que llegó el momento del coqueteo digital.

Yo quería mandarle un simple “buenas noches 😘”. Fácil, inocente, tierno.
Pero mis dedos traicioneros, benditos por el autocorrector y la rapidez, enviaron:

—Buenas noches 💩

Me quedé congelada. El emoji marrón brillaba en la pantalla como una burla. Entré en modo pánico:
—¡NOOO! ¡Era un beso, no… eso!

Leo respondió con un “JAJAJAJAJAJA” eterno que no ayudó nada a mi dignidad.
—Vaya, qué romántica eres.

Yo me apresuré a aclarar:
—Perdón, fue un error. Te juro que no es mi manera de… expresar cariño.
—Bueno, al menos sé que eres auténtica. —me contestó con un guiño.

Y como si no fuera suficiente, al intentar arreglarlo con un emoji de corazón rojo, mi pulgar resbaló y terminé enviando… un 🍆.

Yo quería desaparecer de la faz de la Tierra.
—¡Juro que tampoco era eso!

Leo volvió a reírse:
—Me encanta, eres como un show de stand-up gratis.

No sabía si bloquearlo, disculparme otra vez o aceptar mi destino como “la chica de los emojis malditos”.

Esa noche me dormí con una sola certeza: el romance moderno no necesita enemigos… ya tenemos al teclado predictivo.



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En el texto hay: romance, humor

Editado: 19.09.2025

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