Hay algo peor que caerte en público o que te hagan ghosting con excusas educadas: mandar un mensaje al chat equivocado.
Yo lo descubrí de la forma más dolorosamente graciosa.
Resulta que estaba hablando con Martín, el chico de la pista de hielo. Habíamos quedado en salir otra vez y yo, en plan coqueto, quise escribirle:
—No me hagas esperar mucho, que esta vez llevo abrigo… pero debajo nada 👀🔥.
Sí, lo sé, demasiado atrevido para mi nivel habitual. Pero estaba inspirada, qué se le va a hacer.
Lo que no estaba inspirada era mi puntería digital: en lugar de enviárselo a Martín, lo mandé al group chat de mis amigas… ese donde también estaba mi primo Andrés.
El silencio posterior fue brutal. Tres segundos después, empezaron a caer las reacciones:
—Claudia: “🔥🔥🔥 OKK amiga atrevida”
—Lucía: “JAJAJAJAJAJAJA”
—Mi primo: “Por favor dime que no era para mí 😳”
Quise morirme. O mínimo que el celular explotara en mis manos.
Para empeorar las cosas, mi madre (que estaba añadida en ese grupo porque alguna vez lo usamos para organizar Navidad) respondió con un:
—¿Abrigo? ¿Debajo nada? ¡Hija, explícame eso!
Yo me lancé de cabeza a la almohada y pensé seriamente en cambiar de identidad.
Después de mil excusas y carcajadas, tuve que aclarar:
—Era para… un amigo. Ya saben, humor privado.
Obviamente nadie me creyó. El drama se extendió por días: cada vez que llevaba abrigo, mis amigas gritaban “¡Cuidado, viene versión 18+!”.
Cuando por fin le conté a Martín lo que pasó, se rió tanto que casi se atraganta con su café.
—Bueno, al menos ahora sé que debajo del abrigo… hay sentido del humor.
Y yo, entre avergonzada y divertida, solo pude pensar: el amor moderno debería venir con manual de seguridad.