Capítulo 11

Hay notificaciones que uno debería poder bloquear por salud mental. No hablo de las promociones de “2x1 en pizzas” (que igual me interesan), sino de las más peligrosas: los likes del ex.

Todo empezó un domingo aburrido. Estaba en pijama, viendo series y comiendo helado directo del pote, cuando sonó el celular:

🔔 “A tu foto le gustó a… Javier.”

Sentí un escalofrío. ¿Javier? ¿Mi Javier? O sea, EL Javier, el ex con el que terminé porque “necesitaba tiempo para encontrarse a sí mismo” (traducción: se fue de mochilero con otra).

Entré a revisar y sí: era él. No solo había dado like a mi foto más reciente… sino también a una de hace meses.

Lo que significa solo una cosa: estaba stalkeando.

Corrí a contárselo a mis amigas.
—¡Me dio like! —grité en el chat.
—Bloquéalo.
—Responde con otro like.
—No, ignóralo.
—No, súbele una foto con alguien más para que se reviente.

Cada una tenía un plan diferente. Mientras tanto, yo solo podía pensar en lo irónico que era: meses sin hablar y reaparecía con el arma más pasivo-agresiva del siglo XXI: un corazoncito rojo.

Al día siguiente, otra notificación:
🔔 “A tu publicación le gustó a Javier.”

Esta vez era una foto mía comiendo tacos. Ni siquiera sexy, ¡tacos!

Me puse paranoica: ¿qué quería? ¿Estaba de verdad interesado en volver, o solo jugaba al fantasma digital?

Lo peor es que empezó a darle like a TODO: fotos de viajes, de cumpleaños, hasta una selfie en la que salía despeinada y con ojeras.

Claudia lo resumió con sabiduría:
—Ese hombre está haciendo like-bombing.

Yo prefería llamarlo “estrategia de ataque emocional”.

Finalmente, me llegó un mensaje privado:
—Hola, ¿cómo estás? Vi tus fotos y me acordé de ti.

Me quedé mirándolo con una mezcla de nostalgia y ganas de lanzar el celular.

¿Le respondí? No ese día. En cambio, subí una historia con mi helado favorito y un simple texto: “Algunas cosas nunca cambian”.

Si lo entendió como indirecta… mejor. Si no, al menos yo quedé como toda una filósofa digital.