Valeria llevaba dos horas frente al espejo intentando decidir qué ponerse. ¿Un vestido coqueto? ¿Jeans con camiseta casual? ¿O mejor suéter oversize para esconder la panza de nervios? Al final optó por un conjunto sencillo: blusa blanca, pantalón negro y un toque de brillo en los labios. Nada que dijera “me casaría contigo hoy mismo”, pero tampoco “vine directo del sofá”.
—¿Lista para conocer a GatoLover89? —preguntó una de sus amigas por videollamada, mientras se pintaba las uñas.
—No lo digas así. Suena como si fuera un villano de cómic.
—Bueno, tú elegiste un tipo que usa de nombre de usuario “amante de gatos”. No me culpes.
El plan era sencillo: café en una cafetería céntrica, a las seis de la tarde. Perfecto. Nada de cenas elegantes ni bares ruidosos. Valeria pensó: “Si sale mal, siempre puedo decir que tengo una reunión de trabajo.”
Al llegar, lo reconoció de inmediato. Era él, el de las fotos. Alto, moreno, con barba cuidada y… una camiseta con la cara de un gato enorme estampada en el pecho.
—¡Valeria! —dijo él con entusiasmo, levantándose para saludar.
—Hola, encantada. ¿Eres…?
—¡Sí! Soy Martín, pero puedes decirme GatoLover. Todos lo hacen.
Valeria parpadeó. ¿Todos lo hacen?
Los primeros diez minutos fueron normales: café, risas nerviosas, preguntas básicas. Pero pronto, el tema felino se adueñó de la conversación.
—Mi gato se llama Ramsés. Tiene dos años, pero yo siento que nos conocemos de otras vidas. —Martín mostró con orgullo una foto en su celular: un gato gordo mirando fijamente a la cámara.
—Oh, qué bonito… —respondió Valeria, sonriendo educada.
—¡Y hace cosas increíbles! Mira, aquí está cuando aprendió a abrir la nevera. Y aquí, cuando se disfrazó de faraón en Halloween. ¿Quieres ver un video de él durmiendo?
Valeria asintió, intentando mantener el interés. Quince minutos después, ya había visto más fotos de Ramsés que de cualquier exnovio.
—Me encanta porque Ramsés siempre me escucha. A veces siento que entiende lo que digo más que las personas. ¿Sabías que los gatos pueden absorber las malas energías?
—Ajá… —Valeria miró de reojo su reloj.
—De hecho, la última vez que tuve gripe, él se acostó sobre mi pecho y al día siguiente estaba curado. ¡Es como mi sanador espiritual!
Valeria respiró hondo. Sus amigas iban a morir de la risa cuando les contara.
La cita terminó cuando Martín sugirió una segunda salida… al veterinario, para que Valeria pudiera “conocer mejor a Ramsés”.
—Claro… te aviso —dijo ella, sonriendo con la amabilidad de alguien que nunca más respondería un mensaje.