Después del caos de la cita doble, Valeria pensó que el coworker misterioso jamás volvería a invitarla. Pero, para su sorpresa, al día siguiente recibió un mensaje suyo:
—“Oye… ¿y si olvidamos lo de anoche y probamos de nuevo? Esta vez, solo tú y yo.”
Valeria dudó. ¿Y si todo terminaba en otro desastre? Pero la curiosidad (y el recuerdo de su sonrisa) fue más fuerte. Aceptó.
Se encontraron en una cafetería pequeña, sin flores, sin velas, sin reservas pretenciosas. Solo un par de lattes y música de fondo. La naturalidad de la cita hizo que Valeria se sintiera más relajada de lo esperado.
Entre risas y confidencias, él le confesó algo que la dejó helada:
—¿Sabes por qué acepté ir a esa reunión absurda del jefe aquel día?
—¿Por qué?
—Porque sabía que tú ibas a estar.
Valeria parpadeó.
—¿Cómo que sabías?
—Spoiler: llevo meses queriendo invitarte a salir, pero no encontraba el momento.
Ella se quedó sin palabras. En su mente, era como si la vida le hubiera revelado el giro de trama más inesperado. El coworker misterioso no solo la veía… ¡la veía desde hacía tiempo!
Lo gracioso es que justo en ese instante, la camarera dejó caer accidentalmente su bebida sobre la mesa, interrumpiendo la tensión romántica y empapando los cafés. Ambos estallaron en carcajadas, y lo que pudo ser un momento de película terminó siendo un desastre adorable.
Esa noche, en su diario digital, Valeria escribió:
“Nunca pensé que alguien pudiera darme un spoiler de mi propia historia… pero aquí estoy, con mariposas en el estómago. Y sí, creo que quiero leer este capítulo completo.”