El lunes, Valeria entró a la oficina con la esperanza de que el tema “ex incómodo” no hubiera llegado más allá de su cabeza. Ingenua ella.
Para cuando se sentó en su escritorio, ya media oficina la miraba como si fuera protagonista de una telenovela turca.
—¿Ya te enteraste? —susurró una compañera a otra.
—Dicen que Valeria está en triángulo amoroso.
—¿Triángulo? ¡Es un cuadrado! Porque también está Claudia metiendo la cuchara.
Valeria quiso esconderse bajo el escritorio.
Claudia, por supuesto, disfrutaba cada segundo.
—Amiga, relájate. ¿No ves que ahora eres la estrella? Tienes más rating que la serie de Netflix que todo el mundo comenta.
El coworker, en cambio, parecía llevarlo con una calma sospechosa.
—¿Sabías que ahora nos llaman “los protagonistas del culebrón corporativo”? —le dijo en el almuerzo, con media sonrisa.
—¡Esto no es gracioso! —se quejó Valeria, aunque no pudo evitar reír.
Pero el colmo llegó cuando el jefe los reunió para hablar de “la importancia de la profesionalidad en el entorno laboral”. Traducción: “dejen de darle de comer a los rumores”.
Valeria juró que iba a explotar de la vergüenza.
Esa tarde escribió en su diario digital:
“Nunca pensé que mi vida amorosa terminaría siendo tema de reunión en la oficina. Si esto sigue así, voy a pedir que me paguen extra por ser parte de la programación de entretenimiento.”