Citas, matches y desastres

Capítulo 57

Valeria nunca olvidaría la primera vez que cantó karaoke con la oficina.
Fue una tragedia épica. Eligió una canción de Shakira pensando que era divertida y terminó gritando más que cantando, mientras Claudia grababa todo y lo subía a un grupo privado titulado: “Los Mejores Fails de Val”.

Desde entonces, cada vez que alguien mencionaba karaoke, ella juraba que tenía la garganta inflamada, alergia, o que estaba en voto de silencio espiritual.

Pero ese viernes, las cosas se salieron de control.

La oficina organizó otra salida, y el destino —o más bien, Claudia conspirando— decidió que Valeria debía tener su momento de redención.
—Es tu oportunidad, Val. ¡El karaoke es como la vida: hay que desafinar con estilo! —dijo Claudia, mientras la inscribía sin su permiso.

El lugar estaba lleno de luces de neón, micrófonos pegajosos y un presentador demasiado entusiasta que parecía creer que estaba animando La Voz.

Valeria intentó escapar, pero fue inútil.
—Y ahora… ¡con ustedes, Valeria y Señor Ambigüedad! —anunció el presentador, como si fueran un dúo consagrado.

Valeria lo miró horrorizada.
—Yo no me inscribí contigo.
—Pues parece que el universo lo hizo por nosotros —dijo él con una sonrisa maliciosa, entregándole un micrófono.

La canción empezó: una balada romántica de los 2000, de esas que todos conocen pero nadie admite amar.
Valeria sintió que iba a morir.

Pero entonces ocurrió algo extraño: él empezó a cantar. Y lo hacía bien. Tan bien que varias personas en el bar voltearon a mirarlo. No era profesional, pero tenía esa voz cálida que hacía que las palabras sonaran más íntimas de lo que eran.

Cuando llegó el turno de Valeria, su instinto fue bajar la voz. Sin embargo, él la animó con un gesto y se acercó un poco más.
—Vamos, Val. Si yo puedo cantar en público, tú puedes hacerlo también.

Y lo hizo. Empezó nerviosa, con un par de gallos incluidos, pero poco a poco, entre risas y aplausos de la oficina, fue soltándose. Claudia gritaba como si estuviera en un concierto:
—¡Esa es mi mejor amiga! ¡Diva internacional!

La gente aplaudía, algunos coreaban, y para cuando llegó el estribillo, Valeria y él lo cantaban juntos, tan cerca que parecían olvidarse de todos.

Al terminar, el bar entero estalló en aplausos y alguien gritó:
—¡Beso, beso, beso!

Valeria casi tira el micrófono de la vergüenza, pero él, con esa calma que la desarmaba, solo dijo:
—Tranquila, tu redención ya está completa. No hace falta el beso público.

Ella rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír. Porque, por primera vez, cantar karaoke no había sido una tragedia… sino algo que quería volver a repetir.



#1061 en Otros
#382 en Humor
#853 en Novela contemporánea

En el texto hay: romance, humor

Editado: 20.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.